Quizás el
titulo de esta entrada suene a un disparate, quizás alguien podría decir: ¿pero
cómo se habla de decadencia de un género que tanto vende?, ¿cómo puede decaer
un género que produce sagas literarias de hasta siete o incluso más entregas y
son aceptadas, amadas y esperadas por lo lectores?, ¿qué no hay millones de fanáticos alrededor
del mundo que esperan años pacientemente a que George R. R. Martin publique el
siguiente volumen de su Canción de hielo
y fuego?
Es cierto
que no se puede hablar de decadencia de algo que está en pleno auge, porque sí,
estamos en la época del auge del género fantástico. Pero ése es el problema y
el motivo de la pronta decadencia. Los lectores, o consumidores, piden y piden
y compran y compran, hay una enorme demanda de novelas con magos, elfos,
dragones y demás cosas fantásticas, y eso está provocando que pase con la literatura
lo mismo que ocurre con cualquier producto muy demandado.
Cuando los
consumidores enloquecen mucho por un producto, los vendedores, para hacer su
agosto, lo sacan a la venta de pésima calidad, con mil y un defectos, sabiendo
que por la euforia reinante pocos se fijarán en esos detalles.
Creo que
ya a muchos les consta la insufrible calidad de muchas novelas del género fantástico
que salen a la venta, y ya no se diga Crepúsculo,
libro sobre el cual han descargado todo su odio los críticos, pero hay un sin
fin de novelas de las que sólo a latigazos se pueden leer dos páginas. Por ejemplo,
Graceling, de Kristin Cashore, entre
muchos otros libros, porque la lista de superventas inimaginablemente malos es enorme.
Y tanta
estafa no podía durar mucho. Ya algunos lectores se han dado cuenta de que
los editores no buscan escritores, sino hacedores de novelas: proceso que
radica en juntar palabras sin que tengan mucho que ver las unas con las otras.
El género fantástico
es una mina que se está sobreexplotando, con negligencias en la calidad y
fraudes a la cultura. Y toda esa basura que muchos confunden por libros será la
que, en un determinado momento, sepultará al género. Entonces sólo habrá
espacio para las obras de verdadera calidad, como tiene que ser, y las leerá la gente culta, la que sabe cuál es la diferencia entre Tolkien y Christopher Paolini.
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