Algunas personas un poco más informadas creen, también erróneamente, que un clásico es un libro que en su época vendió mucho, adquirió con ello gran fama y por eso sigue presente. Esta explicación es un poco más acertada, pero sigue siendo incorrecta.
Los clásicos son eso porque aún están presentes, pero no sólo en las librerías, también lo están en la cultura; empezando por la literatura, pero de ahí se han pasado al cine, al teatro y hasta a las artes plásticas. Por eso son lo que son, clásicos, porque han pasado a revolucionar el pensamiento y las formas de expresión. Así pues, el titulo de clásico cuesta, no se adquiere solamente con los años y un gran número de ventas.
Pero ¿dónde están los clásicos? Su presencia
en la actualidad es más amplia de lo que parece. Algunas veces se dice que una
película está basada en un clásico sólo porque lleva su nombre, pero también
están las que no lo llevan. Si nos fijamos bien, todas las grandes venganzas,
que parten del lado de la justicia, se parecen a El Conde de Montecristo. En el cine, ¿cuántas películas de terror
no ofrecen escenas de extrañas apariciones por la ventana, transcurren en un
cementerio o utilizan en exceso los misterios sobrenaturales para captar la
atención? ¿No nos recuerda eso a Drácula?
El hombre atormentado por un amor que no logró consumar y que se lo lleva hasta la tumba, ¿no nos hace recordar a Cumbres Borrascosas? Y ya
ni mencionar el amor imposible entre los hijos de dos familias rivales, porque
todo mundo conoce a Romeo y Julieta
aunque sea por se lo hayan contado.
Los clásicos por eso son lo que son, porque siguen presentes en la cultura que hacemos cada día, porque la hacemos con ellos de la mano, y nos dictan cómo tenemos que hacerla.
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