Existe una fotografía supuestamente tomada en un sitio
arqueológico de Monte Alto, Guatemala, que muestra a una escultura monumental,
quizás de 7 u 8 metros
de altura. Precisamente para despejar dudas sobre la escala, la fotografía
se tomó con un automóvil y dos personas trepadas encima de la cabeza como
referencia.
Lo sorprendente es que la escultura, atribuible a los
mayas, muestra características totalmente diferentes a la obra de estos grandes
constructores. Lo mayas fueron excelentes escultores, a la par de arquitectos, pero
su herencia tiene características muy definidas que se repiten constantemente.
La cabeza de Monte Alto, por el contrario, tiene los
rasgos de una persona no amerindia, más bien parece un europeo, lo que invita a
preguntarse de dónde se sacaron al modelo. Sus líneas estilizadas la acercan
más a una obra de Miguel Ángel que a la de anónimos escultores mayas. Su monumentalidad,
por otro lado, hace que las obras de los olmecas parezcan en lugar de proezas ensayos
de principiantes.
El principal problema es que la perfección y belleza
de esta milenaria escultura no pueden ser probadas. Sólo existe una fotografía
supuestamente tomada en 1940 que, eso sí, parece muy real. Pero de la escultura
ni sus luces, lo que hace muy improbable su existencia.
Es muy sospechoso que quienes fueron en automóvil a
ver semejante escultura sólo hayan tomado una fotografía, también que a la par
del hallazgo no se hayan dejado caer por ahí -tomando en cuenta la rareza del
contexto de la obra- arqueólogos de todo el mundo.
La posibilidad de que un magnate coleccionista al ver
la foto la haya “comprado” y desaparecido ipso
facto para llevarla a su colección particular no se antoja como lógica. La
estatua mexicana de Tlaloc, más o menos de dimensiones similares a la escurridiza
obra maestra de Palo Alto, en 1964 hizo batallar bastante al gobierno mexicano
para llevarla a la capital del país. Hubo necesidad de subirla en dos trailers
y el traslado se hizo con mucha lentitud. Sacar de un país una estatuilla de 10 cm es quizás algo fácil,
pero una escultura monumental supone bastante ruido.
Así que seguramente la cabeza de Palo Alto no fue
robada, en tanto que destruida o sepultada tampoco serían actos lógicos al no
haber un porqué claro. Si realmente hubiera existido, el gobierno guatemalteco
la habría convertido rápidamente en su monumento nacional. La escultura que se aprecia
en la fotografía tiene argumentos para serlo, pero sencillamente desapareció
tal como apareció, lo que invita a pensar que en realidad no existió nunca y
que esa famosa imagen no pasa de ser, después de todo, un buen montaje.
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