lunes, 3 de febrero de 2014

Tienen razón los yanquis

Recientemente se celebró en Cuba la cumbre de los líderes de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), otro aborto de la burocracia latinoamericana que no hará más que consumir dinero a montones y dar un pretexto más a los presidentes para ir de vacaciones y estrecharse la mano unos a otros. Pero la mayor jugarreta del esperpento pretende desplazar a la OEA y eso le vine en el nombre: Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, traducción: fuera yanquis y canadienses.

La semana pasada se dejaron caer por La Habana los líderes de toda Latinoamérica, de izquierda y de derecha aunque los primeros son legión, para ver las ruinas arqueológicas del período fidelino y principalmente para rendir homenaje a los Castro. La reunión tuvo un carácter muy abominablemente simbólico. La condena a Cuba y a su régimen dictatorial y matón que hace medio siglo hizo la OEA ha quedado finiquitada y sin efectos. Ese amor por el castrismo disimilado por muchos líderes latinoamericanos y manifestado abiertamente por otros ha dejado a un lado los titubeos y ha pasado a ser una relación formal.

Pero esta vez desde el norte vinieron los cuestionamientos. El gobierno de Obama no decidió repetir la receta de otros tiempos, cuando se dejaba hacer a gusto a esos locos que dominaban el sur del continente y se ahorraban las críticas que, a fin de cuentas, sólo servían para incrementar más el odio a los Estados Unidos. A los yanquis no les parece que de buenas a primeras se alabe y democratice desde afuera a una dictadura que no permite libertades, que viola los derechos humanos y que ha ahogado en su locura comunista los sueños de millones de seres humanos.

Y la verdad es que tienen mucha razón. Desde tiempos de Kennedy, Cuba fue condenada por la OEA por causa de la infinidad de crímenes que los barbudos cometieron en cuanto se adueñaron de la isla. Las palabras del Che: Fusilamientos, sí, hemos fusilado y seguiremos fusilado, fueron un perfecto retrato de un régimen criminal hecho por él y para él. Cuba no sólo se ganó a pulso la mala fama que tiene como el paraíso de la ausencia de libertades y las injusticias, su gobierno también perdió el derecho de tener cualquier trato diplomático y económico con cualquier país con una sociedad verdaderamente libre.

Pero quienes hicieron los méritos para que Cuba perdiera el respeto del mundo siguen allí, mandando, menos viejos aunque también menos elegantes que una momia egipcia, y, por fin, victoriosos. Por fin su infierno es una democracia, impera allí el Estado de Derecho, se respetan los derechos humanos, hay garantías individuales, y todo eso que caracteriza a un país libre. O por lo menos es lo que dieron a entender los presidentes que, por su estupidez y amor no disimulado a los Castro, fueron a legitimizar al régimen, porque Cuba, indudablemente, es la misma dictadura y con los mismos dictadores de los 60s. La única diferencia es que su número de crímenes ha aumentado considerablemente.

Tienen razón los yanquis al protestar. Lo que pasó en la CELAC es grotesco, es como si un cura que condenó y excomulgó a un pecador, después de ver que al pasar muchos años no se ha arrepentido, le dijera Ego te absolvo.




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