viernes, 21 de febrero de 2014

La infanta ignorante

Los aristócratas, esa vieja élite que subsiste en calidad de ornato tras su colapso en la primera guerra mundial, durante siglos han tenido fama de ser la gente más culta, bibliotecas andantes que se las saben todas.

El concepto que se tiene de un aristócrata aun de la nobleza es el de alguien que domina varios idiomas, se conoce a los clásicos y a los grandes escritores de otros tiempos, así como la obra de los artistas más destacados, lo que le reditúa en un “buen gusto” infalible. Pero allí no termina la cosa, un aristócrata, aunque no se meta en política, sabe del tema, y, por supuesto, también del sector empresarial, de las más convenientes inversiones, de los productos más rentables y de los aspectos fiscales que los acompañan.

Por lo que hace a los aristócratas de la realeza, se supone que su preparación ya no se diga en academias sino en el seno del hogar, es todavía más amplia. Y allí es donde se ubicaría a doña Cristina de Borbón y Grecia, infanta de España, descendiente de personalidades como la reina Victoria, el Káiser Guillermo II, la emperatriz María Cristina, y más atrás de Carlos V y los mismísimos reyes católicos.

Doña Cristina de hecho tiene mejor situación que la de muchos miembros de una realeza extinta que tienen que trabajar seriamente para conservar su situación privilegiada o cuando menos para subsistir, como lo son en estos tiempos los Romanov, los Habsburgo, los Hohenzollern y tantos otros. Ella tiene el privilegio de que aún en esta época su padre es Rey.

Así las cosas, el concepto que se puede tener de ella es el de una infanta culta, refinada, con conocimientos de arte, de idiomas, de finanzas, del sector empresarial y tributario, alcances que muchas veces abarcan a personas que han conseguido un titulo universitario sin pertenecer a una familia de rancio abolengo.

Pero en su declaración ante el juez Castro, doña Cristina prefirió ser conocida como una infanta tonta, desmemoriada e ignorante antes que contemplar la posibilidad de ir a prisión por una temporada. La señora de Urdangarín dijo desconocer cosas elementales que podría conocer cualquier ciudadano español con un empleo formal.

Salta a la vista que la infanta de tonta no tiene un pelo, por eso quiere alejarse de un posible encarcelamiento y prefirió el ridículo y el sello de ignorante antes que ir, como muy probablemente irá su esposo, a prisión.


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