Nicolás Maduro quería tener en la cárcel al líder
opositor Leopoldo López, pero seguramente no de la manera en que lo ha
conseguido. El triunfo le sabe muy amargo al energúmeno enbigotado.
El autonombrado hijo de Chávez, que por decisión suya
y sólo por eso lo declaró fuera de la ley, quería que López se escondiera, que
huyera como un cobarde, y que después fuera capturado por sus matarifes
uniformados y exhibido como un capo mexicano cuando lo pescan. Así lo habría
desprestigiado a la vez que humillado. Pero no contaba con algo sumamente
importante y que sin duda él, Maduro, desconoce: el valor. López, no cabe duda,
es un hombre valiente.
La entrega de Leopoldo López fue una brillante
estrategia. No sólo le demostró al mundo la envergadura moral de quienes se
oponen al régimen chavista, también elevó su imagen e hizo caer, todavía más,
la de Maduro. Si mañana hubiera elecciones presidenciales en Venezuela, muy
probablemente las ganaría López. Ayer quizás aún era el segundo opositor con más
seguidores después de Capriles, hoy ya las cosas han cambiado, él es el hombre
fuerte de la oposición.
El problema es que tal vez no salga bien librado de ésta.
Aunque el mundo está al pendiente de su seguridad, privilegio que le acarreó su
valentía, cayó en manos de tipos de cuidado que no saben nada del honor ni del
respeto que merece un hombre valiente. Maduro no lo va a soltar muy fácilmente.
Es probable que ya haya jurado ante los retratos de Chávez y Bolívar que
primero muerto antes que dejar ir a López.
No se sabe qué horrores tienen en mente los chavistas
para ese valiente, qué torturas quizás ya le están aplicando. Su futuro es
incierto. Su vida sin duda alguna peligra. Si las manifestaciones tiran al
suelo a esa burda y ridícula dictadura de Maduro, quizás éste, minutos antes de
caer, mande a uno de sus esbirros para que le meta un tiro.
Leopoldo López bien puede morir en prisión, asesinado “en
una riña de presos”, o vivir muchos años entre rejas, si es que la dictadura
subsiste. Confiemos en que no sea así, en que pronto esté libre y, por qué no,
sea presidente del país que tanto ama.
Parafraseando a Cicerón, en todas las épocas nacen
valientes y nacen cobardes. Y Maduro y Leopoldo López son dos ejemplos irrefutables.
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