El arte del antiguo Egipto es con mucho el más exótico y
valorado fuera de Europa. Y dentro de éste, un icono invaluable es la máscara
del faraón Tutankamón, hallada junto con su momia en su tumba intacta, en 1922,
lo que revolucionó no sólo el interés de occidente por Egipto, sino también el
arte contemporáneo de la época, e incluso alcanzó para que la prensa británica
de entonces se diera gusto con el mito de la “maldición del faraón”.
De todos los tesoros hallados en aquella tumba de un monarca
hasta entonces desconocido, la máscara fue considerada el más valioso,
homologable, como icono del arte egipcio, a la Gran Esfinge o las pirámides.
De allí que, considerando las técnicas de restauración que
proveen los avances de esta época, se haya desatado un gran escándalo entre
los arqueólogos y los amantes del arte del mundo entero por la malísima intervención
de que fue víctima el susodicho objeto.
Aparentemente en una limpieza rutinaria no se sabe cuándo,
la barba faraónica se desprendió del resto de la escultura, lo que debió ser
atendido en un laboratorio por expertos dada la importancia de la pieza, pero
los conservadores del museo Egipcio de El Cairo optaron por usar a la brevedad
un pegamento industrial, químico naturalmente, para volver a fijar la barba a la
quijada.
El proceso fue nocivo para la obra de arte, ya
que, si bien el pegamento es resistente, lo es bastante como para ser imposible
de quitar y causar daños a la máscara debido a sus componentes. Esta no es la
primera vez que se cuestiona si son los iconoclastas musulmanes que habitan
Egipto en la actualidad los mejores custodios de la milenaria cultura.
No pocos opinan que las piezas mejor conservadas son las que
precisamente se encuentran en otros países.
No hay comentarios:
Publicar un comentario