El rango de primera dama o de consorte de un
importante hombre de Estado, les da a las mujeres la posibilidad de adquirir
protagonismo apoyadas en un esposo al que siempre aman con la mirada en los
eventos públicos, aunque todo ese amor sea una farsa y se vean obligadas a
soportar una infidelidad tras otra.
Eleanor Roosevelt fue la esposa del presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt. Los primeros
años de su matrimonio los dedicó casi exclusivamente a parir y criar a sus
hijos, mas cuando se enteró de la existencia de sus cuernos pretendió divorciarse.
Un concienzudo análisis de lo que sería su situación económica y su papel en la
sociedad si se consumaba el divorcio la hizo omitir las infidelidades de su
esposo. Fue gracias a él una importante activista por los derechos humanos y
pasó a la historia de su país como una gran dama, feminista y… con cuernos.
Jacqueline Kennedy fue la guapa, elegante y políglota esposa del
presidente John F. Kennedy. Antes de
casarse, John ya era considerado uno de los hombres más promiscuos de los
Estados Unidos, práctica que no abandonó después de su matrimonio. La guapa
Jackie no tardó en enterarse, pero optó por hacer como que no sabía nada y se
dedicó a cumplir su papel de carismática esposa de un político con futuro
prometedor. Eso llevó a John a la presidencia.
Tras la anécdota bajo la mesa de Monica Lewinsky, se esperaba que Hillary Clinton, como dama ofendida en su honor, repudiara a Bill y le pidiera el inmediato
divorcio. Pero gracias a que se cuidó de hacer berrinches públicos, casi alcanzó
la presidencia de su país y obtuvo el nada desdeñable puesto de secretaria de
Estado.
Se rumora que el
matrimonio entre don Juan Carlos I y la reina Sofía de Grecia hizo
aguas hace mucho por el corazón tan grande que tiene el Rey, donde tantas
mujeres pueden llegar a caber. Pero la
Reina ha hecho caso omiso a los rumores, o a las verdades, y
sigue desempeñando estoicamente su papel de figura simbólica entre los
españoles. Nada dejó que se notara en público de los estragos que hicieron a su
honor los hechos ocurridos el año pasado, cuando el dios de los elefantes
castigó al Rey por cazarlos y apareció como un golpe contundente el nombre de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la muy
querida amiga del monarca.
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