viernes, 23 de agosto de 2013

Primeras damas, con cuernos, pero radiantes


El rango de primera dama o de consorte de un importante hombre de Estado, les da a las mujeres la posibilidad de adquirir protagonismo apoyadas en un esposo al que siempre aman con la mirada en los eventos públicos, aunque todo ese amor sea una farsa y se vean obligadas a soportar una infidelidad tras otra.

Eleanor Roosevelt fue la esposa del presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt. Los primeros años de su matrimonio los dedicó casi exclusivamente a parir y criar a sus hijos, mas cuando se enteró de la existencia de sus cuernos pretendió divorciarse. Un concienzudo análisis de lo que sería su situación económica y su papel en la sociedad si se consumaba el divorcio la hizo omitir las infidelidades de su esposo. Fue gracias a él una importante activista por los derechos humanos y pasó a la historia de su país como una gran dama, feminista y… con cuernos.

Jacqueline Kennedy fue la guapa, elegante y políglota esposa del presidente John F. Kennedy. Antes de casarse, John ya era considerado uno de los hombres más promiscuos de los Estados Unidos, práctica que no abandonó después de su matrimonio. La guapa Jackie no tardó en enterarse, pero optó por hacer como que no sabía nada y se dedicó a cumplir su papel de carismática esposa de un político con futuro prometedor. Eso llevó a John a la presidencia.

Tras la anécdota bajo la mesa de Monica Lewinsky, se esperaba que Hillary Clinton, como dama ofendida en su honor, repudiara a Bill y le pidiera el inmediato divorcio. Pero gracias a que se cuidó de hacer berrinches públicos, casi alcanzó la presidencia de su país y obtuvo el nada desdeñable puesto de secretaria de Estado.

Se rumora que el matrimonio entre don Juan Carlos I y la reina Sofía de Grecia hizo aguas hace mucho por el corazón tan grande que tiene el Rey, donde tantas mujeres pueden llegar a caber. Pero la Reina ha hecho caso omiso a los rumores, o a las verdades, y sigue desempeñando estoicamente su papel de figura simbólica entre los españoles. Nada dejó que se notara en público de los estragos que hicieron a su honor los hechos ocurridos el año pasado, cuando el dios de los elefantes castigó al Rey por cazarlos y apareció como un golpe contundente el nombre de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la muy querida amiga del monarca.

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