miércoles, 21 de agosto de 2013

El libre comercio no causa crisis

Gracias a la crisis económica que tiene al mundo pies para arriba, muchos se atreven a afirmar que el modelo económico del libre mercado no funciona, que es mejor pasarse al socialismo, dárselo todo al Estado y repartir cadenas y grilletes para suprimir la posibilidad de que un ser humano en pleno ejercicio de su libertad y por méritos individuales alcance una mejor calidad de vida.

No obstante, cualquiera comprende que el libre comercio no es algo malo, al contrario, es una práctica que se ha desarrollado por bastantes siglos y una de las pocas honestas que permite al hombre progresar. El problema no está en libre comercio, sino en quien lo regula: el Estado.

Si una persona ve la necesidad que tienen otras de un producto y se arriesga a fabricarlo y a venderlo, por ningún motivo constituye eso un acto incorrecto, ni aun si le hace la competencia a otros comerciantes. El primer acto cuestionable de esa práctica lo viene a hacer el Estado al encarecer ese producto con el IVA para recaudar impuestos.

En un país de libertades, el comerciante incluso no puede arriesgarse a vender su producto muy caro debido a que sus rivales lo superarán en ventas y lo harán quebrar. En esos casos se presenta una libre competencia en la que gana quien mejor hace el producto y más barato lo vende.

El hecho de que algunos comerciantes estén en desventaja por sus capacidades económicas no siempre determina su quiebra. A fin de cuentas, la mayoría de las empresas alguna vez empezaron siendo muy pequeñas. Lo monopolios no siempre se hacen porque una empresa acapara todo el mercado, es el Estado quien con sus leyes les cierra las puertas a la posible competencia y de esa manera permite que existan los monopolios.

El libre comercio sencillamente no puede fracasar. Eso es imposible. Siempre habrá una persona interesada en comprar un producto y otra dispuesta a comerciarlo a precio accesible. Lo que ocurre a veces, cuando hay crisis, no es que fracasa, sino que el Estado con sus impuestos, papeleos y corruptelas lo bloquea. Un producto siempre llegará allá donde muchos están interesados en adquirirlo a no ser que el Estado se le atraviese en el camino.

Poniendo las cosas de una manera más sencilla: cuando una persona vende y otra compra, y ambas están de acuerdo en los términos y condiciones, ninguna de esas personas puede estar haciendo algo malo. Y si hay una acción mala en ello, es la que realiza el Estado, porque obliga a que le den una parte de esa transacción. Con eso la hace probablemente más lenta y la encarece, que ya es, encima de cobrar, estorbar bastante.


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