La libertad es el bien más preciado que tiene el ser
humano, le permite ir a donde sus posibilidades le alcanzan, trabajar en lo
que puede, hablar de lo que quiere y relacionarse con quiere, entre muchas
otras cosas. Un hombre libre puede arruinar su vida o llenarla de grandeza, según actúe, porque
tiene la posibilidad de hacer todo totalmente de acuerdo a su criterio. Que la
libertad no garantiza la felicidad es cierto, pero también es cierto que es la única
puerta para llegar a ella.
Así las cosas, resulta chocante que la izquierda se
autonombre descaradamente defensora de la libertad, cuando en realidad es el
brazo armado de la esclavitud. Y ejemplos sobran.
Los bolcheviques liberaron a los rusos del zarismo, y
los condenaron a vivir como ellos quería si pretendían conservar la vida. Les
dieron a elegir entre la esclavitud o la muerte, y el hecho de que el régimen
se haya cargado a cien millones de víctimas indica que no todos aceptaron de
buena gana ser esclavos. En Cuba se repitió el procedimiento, Fidel Castro llegó
con sus barbudos disfrazado de libertador, razón por la cual los cubanos se
dejaron poner las cadenas dócilmente. África es un lugar lleno de ejemplos
similares, de pueblos que se liberaron de los verdugos blancos para servir a
unos locales más desquiciados y más crueles.
Lo razón por lo que los casos anteriores ocurren se
debe a que la izquierda suele armar maquinarias estatales enormes, con políticos
deseosos de eternizarse en el poder. La supervivencia de estados así sólo se
logra con un absoluto control de la población civil. El Estado siente que
peligran sus privilegios a la menor manifestación, por ello es necesario
repartir palos, rejas y cadenas para mantener a todos quietos.
Es un crimen que la izquierda use a la libertad como
bandera, cuando el propósito que se trae bajo la manga es el de repartir la
esclavitud.
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