Las esculturas, de acuerdo a su escala, pueden tener
varias funciones, como elementos decorativos en jardines e interiores de las
viviendas, o como remates visuales en las avenidas y parques, pero sea cual sea
su función, y el estilo al que correspondan, lo cierto es que deben de reunir
cualidades estéticas para que sean agradables a los ojos del espectador.
No obstante, algunas en lugar de agradar a quien las
ve, le asustan, sobre todo si es de noche. Y es que no todas las esculturas
fueron elaboradas precisamente para gustar, existen casos en que no se pretendía
de ellas que deslumbraran por su estética. Otras simplemente no es que no sean
bellas, pero no por eso dejan de provocar una visión impactante.
El famoso Ángel
Exterminador, obra del escultor español Josep Llimona, es una obra que posee innegables cualidades estéticas,
pero su aspecto espectral, y el hecho de que custodia nada menos que un
cementerio, lo convierten en una escultura que de noche puede causar una gran
impresión y no precisamente por su belleza.
Los Moáis de la Isla de Pascua son esculturas
que pueden generar varias opiniones. No fueron evidentemente concebidos como
elementos decorativos, no obstante, se portan bien en la decoración contemporánea.
Pero de noche y en un misterioso bosque barcelonés -el Bosque Orrius- pueden sacarle un susto a más de uno.
La escultura gótica representa una época en que la
humanidad vivía en el oscurantismo, sumida en temores y supersticiones. Es innegablemente
magnifica, aunque eso no evita que cause miedo.
Es difícil hallar esculturas que representen tan
fielmente el miedo del ser humano a lo desconocido como las del período gótico.
Las gárgolas tenían dos funciones: una era la de
evacuar el agua que caía en los tejados de las imponentes catedrales, y la otra
-para la que se servían de su fealdad- era ahuyentar a los seres malignos que
de noche podrían pretender penetrar en los recintos sagrados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario