El derrocamiento de Mohamed Morsi en Egipto a manos del ejército es el producto,
principalmente, de su imprudencia. Un país no se puede reformar de fondo cuando
las aguas están muy inquietas, y menos cuando el reformador no está bien
anclado. Morsi creyó que podía hacer y deshacer sólo por ser presidente, y
semejante error lo pagó con el puesto.
Para que una sociedad acepte la imposición de reformas
muy drásticas, debe de tener satisfechas sus principales necesidades, o debe de
estar bastante sometida e intimidada. Con la egipcia no es el caso, padece una
insostenible crisis y no hace mucho salió a las calles para echar por la vía de
la violencia a Hosni Mubarak del
poder. Que Morsi tratara de moldear a su antojo a una sociedad insatisfecha y
embravecida fue una total insensatez.
Para empezar, si los egipcios acababan de forzar la
renuncia de Mubarak, un hombre con treinta años en la presidencia, ¿qué le hizo
pensar a Morsi que a él, un recién llegado, le tendrían consideraciones? Una vez
que un pueblo se acostumbra a derrocar a sus presidentes, lo hará con
cualquiera que no tenga contenta a la mayoría.
Otro error crucial de Morsi fue no asegurarse de
contar con el apoyo de todos los poderosos o posibles poderosos en el país. Es
imposible ser un reformador radical si no se tiene la seguridad de que los demás
poderes del Estado no se moverán cuando las aguas se vuelvan turbulentas.
Morsi, visto está, no tenía consigo al ejército, como
por ejemplo sí tienen bien asegurado en Venezuela los chavistas. El ejército es
sumamente importante, sobre todo en un país inestable, es una maquinaría
poderosa que puede quitar y poner presidentes, o mantener a uno en el puesto
aunque no sea nada popular.
La prioridad de Morsi
debió de ser recomponer al resquebrajado país que dejó la primavera árabe, no
tratar de moldearlo inmediatamente al gusto de sus Hermanos Musulmanes sólo
porque ésa era su mayor ambición. Algunos presidentes que duran en el puesto
seis o más años se guardan reformas porque las ven impracticables, y porque no
todo es posible lograrlo. Si Morsi hubiera sido más sensato, habría entendido
ese principio tan elemental.
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