sábado, 22 de diciembre de 2012

El indulto del Papa, ¿piedad cristiana o limpieza facial?


Benedicto XVI acaba de tener un gesto de consideración con su ex mayordomo al abrirle las puertas de su celda para que pase la fiesta navideña en su casa con su familia. Todo parece un acto de elevada bondad. Pero también parece una acción premeditada para promocionar ante el mundo la piedad del líder de la Iglesia Católica.

La liberación de Paolo Gabriele coincide con el profundo sentimiento de bondad cristina que debe de regir todos, o casi todos, los actos de un hombre que ocupa la silla de San Pedro, pero no faltará quien suponga con motivos para hacerlo que la acción más que un acto de piedad lo parece de diplomacia. 

En una época en que la Iglesia pierde terreno es necesaria mucha habilidad para mantener a los fieles a su lado, porque sin fieles, la institución sencillamente no es nada. Por otro lado, la tempestad que Gabriele desató con su traición ya no se puede remediar. Los dieciocho meses en prisión que pasaría en nada sanan las heridas de las Iglesia.

Lo mejor que pudieron hacer en El Vaticano fue sacarle un poco de provecho al desafortunado incidente. Si el mayordomo hubiera cumplido hasta el último día su condena, la institución de habría visto vengativa y castigadora. Y los fieles de esta época no quieren una Iglesia vengativa y castigadora. Es mejor exhibir una Iglesia llena de amor y piedad cristiana. El perdón a Gabriele quizás ha sido un acto de bondad por parte del Papa, pero también un muy hábil golpe de diplomacia.

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