Muchos,
sobre todo los críticos de Estados Unidos, aseguran que desquiciados capaces de
matar a seres humanos como si fueran patos sólo aparecen en ese país. Falso.
Desquiciados hay en todos lados y la historia lo prueba. El triste caso de Oslo
hace apenas año y medio lo deja bien claro.
Pero es
cierto que hay algo que el gobierno de Estados Unidos se niega a hacer y que
podría limitar los recursos de un desequilibrado mental si se propone cometer
una matanza. En ese país se producen y se venden armas como si de carne se
tratara. Quizás en otros tiempos funcionaba eso de permitirme a un ciudadano tener
un revólver o una escopeta en su casa por si las moscas. Pero ahora estamos
hablando de que esa misma libertad existe con armas más propias de un soldado que
de un cazador, armas que logran aniquilar a veinte niños en muy poco tiempo. Algo
está mal.
Felipe Calderón,
el hasta hace poco presidente de México, se cansó de exigirles a sus vecinos
del norte que moderaran su propensión a ver las armas con tanta naturalidad. Se indignaron.
A los yanquis no les gustan las exigencias. Aparte que la venta de armas
significa millones de dólares anuales a los cuales los productores de éstas no
quieren renunciar. Total… veinte niños hoy, veinte mañana.
La sociedad
estadounidense, habitante de ciudades rodeadas de bosques donde se puede cazar tranquilamente,
tampoco ha prestado mucha importancia al hecho de que las armas son muy
peligrosas si se venden indiscriminadamente. Las armas para los yanquis han
sido siempre como un miembro más de la familia.
Pero esa
sociedad que hoy llora, habrá de ponerse a pensar pronto en que no sirve de
nada tener una policía muy eficiente. Con cinco minutos que tarde en llegar
basta para que un loco haga una matanza atroz.
Estados Unidos
tiene que replantearse enserio el problema de la producción y venta de armas. No
sólo por los locos que día a día las compran quién sabe con qué propósitos,
sino también porque su vecino del sur, a quien está unido en una guerra contra
la inseguridad, lo reclama con razones sólidas. Ninguna ayuda de Estados Unidos
a México será tan efectiva como detener el flujo de armas. Eso lo sabe bien Barack
Obama, lo saben en el senado y en el congreso. Si no actúan es porque
sencillamente no quieren.
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