Hace un
año murió el líder de Corea del Norte, Kim Jong-il, quien había heredado el
poder de su padre, Kim II-Sung, y al morir lo dejó en manos de su hijo, Kim
Jong-un, en una extraña monarquía-dictadura-comunista implantada en el siglo
pasado con el apoyo del la extinta Unión Soviética y que continua hasta la actualidad
de manera inalterable como un régimen represivo y terriblemente autoritario.
Al cumplirse
el primer aniversario de su muerte, el gobierno norcoreano celebra por todo lo
alto la pérdida del “amado líder”, como el pueblo estaba obligado a llamarlo. Hace
un año, en sus funerales, los presentes tenían la obligación de llorar para ser
filmados por el régimen y posteriormente enviar las imágenes al exterior para
que el mundo supiera que aunque el líder muerto había sido autoritario y terriblemente
cruel, su pueblo lo amaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario