Cientos de miles de mexicanos año con año se juegan la
vida tratando de cruzar a los Estados Unidos para encontrar un empleo que les
ayude a sostener a sus familias en México. Los peligros son bastantes, se
pueden ahogar en el Río Bravo, morir de sed en el desierto, ser atacados por
las bandas criminales que controlan la frontera o por la patrulla fronteriza
que a veces dispara a migrantes sin motivo aparente.
Los mexicanos que buscan cruzar la frontera no ignoran
estos peligros, pero al no tener oportunidades de trabajo en el país que los
vio nacer deciden correr el riesgo. El problema lleva años y los anteriores
presidentes mexicanos se han enfocado en presionar al gobierno estadounidense
para que apruebe una reforma migratoria.
El nuevo presidente de México, Enrique Peña Nieto, ha
escrito en su cuenta de Twitter que mejorará las condiciones de vida de sus
compatriotas para que si emigran lo hagan por gusto y no por una apremiante
necesidad.
La pacificación del país y la emigración de mexicanos
son dos de los más grandes problemas que tiene México -aparte de la pésima
educación-. Decir que los va a solucionar es un compromiso que quizás el nuevo
presidente del país azteca no ha medido correctamente, porque conllevan una
tarea titánica.
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