El reinado de Isabel
II es el segundo más largo de la historia del Reino Unido, después del de
su tatarabuela Victoria I; la Reina es, en Europa, con
mucho el monarca más querido por sus súbditos, tanto que a lo largo de los años
se ha rumorado que podrían caer todos los demás reyes menos ella.
Nació el 21 de abril de 1926, como hija Jorge de York y
de Isabel Bowes-Lyon. Su padre era segundón, por lo que no tenía muchas posibilidades de
acceder al trono. No obstante, su tío, el rey Eduardo VIII, renunció al trono
para encabezar un matrimonio morganático
con la hermosa y divorciada dos veces estadounidense Wallis Simpson, en lo que Winston
Churchill llamó la más grande historia de amor después de Romeo y Julieta.
Entonces su padre subió al trono como Jorge VI del
Reino Unido, gobernó tres lustros y le dejó el trono a ella el 6 de febrero de
1952, en la época del comunismo, del inicio de las
revoluciones de independencia de los países africanos y de la Guerra Fría.
Aunque al ocurrir su advenimiento ya habían pasado
siete años de la Segunda Guerra
Mundial, le tocó gobernar aún con dos líderes de ese período. Al llegar ella al
trono Winston Churchill era su
primer ministro y Harry S. Truman el
presidente de los Estados Unidos.
Desde aquel 6 de febrero de 1952, cuando la joven
Isabel se convirtió en reina, el mundo se ha movido mucho, le ha tocado
compartir la mesa con doce presidentes de los Estados Unidos y con un número igual
de primeros ministro del Reino Unido.
Nadie que gobernaba cuando ella llegó al trono sigue
en el cargo. Es cierto que después aparecieron dictadores que parecían eternos
y que amenazaban con quedarse mucho tiempo, pero poco han ido cayendo, algunos
de viejos, otros asesinados o defenestrados en revoluciones o golpes de Estado.
Pero la reina Isabel II sigue allí, sencillamente
porque su pueblo quiere que esté donde está. Llegó al trono pacíficamente y se
irá, quizás dentro de poco, pacíficamente.
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