El próximo mes 116 hombres -eran 117 pero ya quedó
descartado uno- se reunirán en El
Vaticano para de entre ellos -muy seguramente aunque no tiene que ser por
fuerza así- elegir al sucesor de Pedro, al hombre que dirigirá los destino de la Iglesia Católica por un tiempo
indeterminado, si es joven, quizás por dos décadas o más.
Y ante este importante acontecimientos para católicos,
ateos y creyentes de diversas religiones, cabe hacerse la pregunta: ¿qué tanto
se conocen los cardenales como para que dos terceras partes más uno de esos 116 coincidan eligiendo al mismo?
Quizás todos los cardenales del mundo saben lo suficiente
de sus homólogos que están afincados en Roma y cerca del Papa, como para
hacerse una idea más o menos clara de sus capacidades y deficiencias, pero de
los otros, de los que son sólo conocidos en sus países de origen. ¿Conoce lo
suficiente un cardenal latinoamericano a otro africano como para imaginarlo en
el papel de Pontífice?
Seguramente la gran mayoría se los cardenales que
estarán en el Cónclave ya se han visto unos con otros por lo menos una vez. Todos
hablan latín, quizás muchos han conversado entre ellos unos minutos, u horas, pero hasta
allí.
Lo más probable es que cada cardenal no sea un
especialista en 115 biografías, ni siquiera lo suficiente para saber cuál de sus homólogos quiere que sea el próximo Papa. Y eso les da una gran ventaja a los más celebres en el mundo, los que son arzobispos de las ciudades más famosas, a los que
persigue la prensa y se han convertido en líderes de opinión. No se puede
olvidar que Joseph Ratzinger era
eminencia en Roma y fuera de Roma antes de que lo eligieran para ocupar el
lugar de Pedro.
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