Ha llegado el día, y la hora, en que Benedicto XVI
dejará vacante la silla de Pedro, por cansancio y por falta de energías, como él
mismo lo argumentó. Lo único que se puede decir a estas alturas es que en El
Vaticano había Papa, un verdadero pontífice que pese a todas las críticas que
le dedicaron no deja de ser uno de los intelectuales más brillantes de nuestro
tiempo -aun con la edad que tiene-.
Ahora la
Sede ha quedado vacante, pero, por primera vez en seis
siglos, el acontecimiento estaba anunciado desde hace días. El Papa, ese gran
Papa, ha recibido muy merecidos homenajes en los días previos a su separación
de la silla de Pedro. Es bueno que el homenajeado sea él y no su cadáver, como
ha ocurrido casi siempre.
Los cardenales tienen una difícil tarea por realizar en los próximos días. Nunca
es fácil, y menos en estos tiempos, encontrar un sustituto para un hombre de la talla intelectual y moral
de Joseph Ratzinger. Pero tienen
que buscarlo porque Papa había, ahora la Sede está vacante.
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