Muchos de los males, si no es que todos, que azotan a
los países subdesarrollados están íntimamente ligados al pésimo nivel cultural
de la población en general. En las escuelas no se fomenta la lectura en los
niños y los profesores argumentan que no lo hacen por una poderosa razón: la
pobreza.
En los países más pobres, los niños toman clases en
aulas tan paupérrimas que los infelices en lugar de estudiantes parecen
prisioneros. Las bibliotecas de estas escuelas son, cuando las hay, bodegas vacías
en las que los alumnos no tienen razón alguna para entrar.
Los profesores jamás encargan a un niño como tarea que
lea un libro completo porque sus padres sólo dejando de comer podrían comprárselo.
Tampoco podrían hacer que un grupo de alumnos pudiera leer el mismo
libro porque si de milagro la biblioteca escolar lo tiene tendrías que turnárselo.
En otras palabras, fomentar la lectura en las escuelas
de países pobres será tal vez imposible hasta que dichos países se hagan ricos.
Pero para que un país se haga rico tiene que poseer una población culta. De otra
forma es imposible.
Quizás en este aspecto la tecnología pueda ayudar un
poco. Ya el año pasado salió a luz un lector para libros electrónicos que
cuesta 9,99 euros. Es probable que en poco tiempo incluso algún modelo de
Kindle llegue a rondar ese precio. Tabletas así de baratas pueden ser compradas
hasta por familias de bajos recursos. Y eso es prácticamente todo lo que
necesita un niño para leer, porque el catálogo de libros gratis es enorme.
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