Lo anterior resulta una gran ventaja para los
consumidores y se suma a los problemas que para los editores ha generado el
libro electrónico. Muchas editoriales se especializan en editar clásicos,
porque son libros ya muy promocionados y porque no tienen que llegar a ningún
acuerdo con nadie para poder publicarlos.
Antes de las tabletas, los lectores tenían que comprar
un clásico de la misma forma que una novedad. Tal vez más barato, pero pagaban
por él. Ahora quien decide leerlos en formato electrónico ya no tiene que pagar
por ellos sin que esté incurriendo en un acto ilegal.
Lo malo de esto es que las ediciones gratuitas pueden
tener mil y un defectos que no harán nada agradable la lectura. Y también las
ediciones de clásicos, tapa dura e ilustradas, que tan ideales son para coleccionar o para regalar, quizás dejarán de salir a la venta por falta de demanda.
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