Es común que se diga que entre más se crean recursos
de entretenimiento paridos por las nuevas tecnologías la gente se aleja más de la
cultura. Antes que no había qué hacer en los insoportables inviernos, las
personas no tenían mucho de dónde elegir. Leer -o releer- los libros que la
familia tenía en casa era prácticamente el único medio de entretenimiento.
Después vinieron los inventos. La televisión y la
radio significaron un nuevo medio de distracción que no cansa tanto como leer. Y
ya con el Internet surgieron infinidad de nuevas formas de matar el tiempo sin
acordarse de los libros.
Pero quién hubiera dicho que las tecnologías llegarían
a provocar que la gente lea más o que quienes nunca han leído empiecen a
hacerlo. Porque eso es justamente lo que están provocando las tabletas, que la
gente lea aunque sea un poco más de lo que lo hacía antes.
La explicación para este fenómeno no es muy compleja. De
hecho resulta algo lógico. Antes si una persona sabía de un libro que llamaba
su atención muy probablemente no podía por más que quisiera empezar a leerlo
inmediatamente. Tenía que ir a la biblioteca, donde podía no estar, o a la
librería, donde podía estar a un precio muy elevado. Y mientras tenía
oportunidad de acudir a uno o a otro lugar podían pasar días, días en los que el
interés por el libro corría peligro de disminuir, incluso era posible que
llegara a olvidarlo.
Con los lectores de libros electrónicos la cosa es muy
diferente. Si una persona se interesa por un libro, probablemente lo encuentre
gratis en la red y si no quizás en Amazon u otra tienda pueda hallarlo a un precio muy tentador y
bajarlo inmediatamente a su Kindle.
Ésa es la diferencia. Con las tabletas, los lectores
pueden empezar a leer un libro justo en el momento en que éste resulta ser de
su interés, en la comodidad del hogar y a veces sin pagar o pagando bien poco.
Después de todo, la tecnología no es tan enemiga de la
cultura como muchos creen.
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