El PRI volvió a gobernar México, pero después de doce
años de panismo, de tolerancia a los medios de comunicación, a las huelgas y a
las manifestaciones, de negociaciones con los disidentes, de tolerar a
estudiantes incendiarios, revoltosos y en el peor de los casos revolucionarios.
Y un país así el PRI no lo ha gobernado nunca. El peor
antecedente que se tiene del más famoso partido político mexicano contra manifestaciones es el de la
matanza de estudiantes en 1968, cuando gobernaba Gustavo Díaz Ordaz. Y todavía a finales de los noventas Ernesto Zedillo ordenó a la policía
cargar por sorpresa contra los estudiantes que habían paralizado la UNAM y a los que ya había
tolerado por bastante tiempo.
Nada más llegó al poder, Enrique Peña Nieto hizo aprobar una reforma educativa para quizás
alcanzar a saborear las mieles de que los mexicanos lean cinco libros por año -muy
probablemente más que él- cuando termine su sexenio.
Pero los maestros, que sienten pisoteados sus
intereses, inmediatamente trataron de hacerlo desistir aplicando la misma
formula que usaron con Felipe Calderón.
Precisamente ayer volvieron a bloquear la Autopista del Sol, que
une la ciudad de México con Acapulco.
La administración de Peña Nieto, mientras él se pasea
por Asia, trató de demostrar a los maestros que ellos son del PRI, no del PAN,
y ordenaron a policías -desarmados, para que a ninguno se le fuera a escapar un
tiro y matara a un maestro- cargar contra ellos y desalojarlos por la fuerza de
la autopista.
La respuesta de los instructores de la niñez mexicana
fue redoblar los bloqueos en otras ciudades, y si Peña Nieto continúa negándose
a echar abajo su reforma -como ya dejó claro que no haría-, los maestros seguirán
paralizándole el país. Ya los amenazó con despedirlos si no vuelven a trabajar, lo
que sólo calentó más los ánimos. Lamentablemente, Calderón los acostumbró a
pagarles el año completo por medio trabajado.
Es difícil para el PRI la situación, ya que no es un
partido acostumbrado a gobernar un país con exceso de libertades. Peña Nieto se
muestra dispuesto a llegar hasta las últimas
consecuencias con tal de imponer su reforma educativa, pero todo parece indicar
que de la furia de los maestros inconformes no se ha visto aún ni la mitad.
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