Maduro se ha autonombrado como “hijo” de Hugo Chávez, pero sería interesante ver
si el padre estaría contento hoy con su vástago ideológico. Porque en material
político, Chávez le heredó una verdadera fortuna: el liderazgo venezolano sobre
la izquierda latinoamericana, una aceptación de los votantes muy por encima del
50 % y una maquinaría del Estado enfocada a promocionar y proteger al régimen,
sobre todo en tiempo de elecciones, ¿y qué ha hecho Maduro con esa valiosa
herencia?
Un triunfo con una diferencia apenas del 1.5 % de los votos, además con
tintes de fraude, con la crítica de los observadores internacionales y
manifestaciones populares reclamando un conteo voto por voto. Eso es, a poco más
de un mes de la muerte de Hugo Chávez, lo que ha “logrado” Nicolás Maduro con
la herencia del comandante.
La elección de ayer, según el cálculo de diversos
analistas, Maduro tenía que haberla ganado con una ventaja de cuando menos el
10 % de los votos. Eso como resultado de catorce años de chavismo y la
consecuente consolidación de un régimen de los que es muy difícil desbancar por
la vía de la democracia.
Se suponía que el candidato oficialista tenía que
capitalizar de la mejor manera la muerte de su padre político para cambiar el
ostentoso funeral que mandó a hacer por votos, que debieron de haber supuesto
una derrota aplastante para el “burguesito” Henrique Capriles.
Pero resulta que casi tres lustros de coser y remendar
una maquinaría política para que trabaje en pro de la promoción del Estado, de
poseer un verdadero equipo de medios de comunicación a sus órdenes y de hacer del
funeral de su mesías un trampolín, Maduro casi pierde la elección y logra una
victoria que deja con el ceño fruncido al mundo.
No es, en definitiva, un buen administrador de los
recursos que le dejó Chávez, y vistas las cosas es necesario preguntarse qué
cualidades vio en él para nombrarlo su heredero indiscutible teniendo a tantos
otros fieles adoradores que, sin duda, querían el trono del rey.
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