Es cierto que, para las autoridades electorales de
Venezuela, Nicolás Maduro ganó la elección, pero aunque eso fuera verdad, dejando a un lado las miles de
irregularidades que exhibe Henrique Capriles,
la victoria del candidato chavista es por un margen tan escaso que deja bien
claro que cuando menos la mitad de los venezolanos ya no quieren ni a Chávez, ni
a Maduro, ni al socialismo del siglo XXI y la inestabilidad económica que les
ha dejado.
Con una elección tan cercana en fechas al funeral del
comandante bolivariano, se llegó a especular sobre una aplastante victoria de
Nicolás Maduro, dentro de lo que se suponía sería el último gran homenaje del
pueblo de Venezuela a su fallecido y amado presidente.
Pero Maduro ganó -si es que ganó- por una cantidad de
votos apenas simbólica, suficiente para tomar el poder pero terriblemente
insuficiente para sugerir siquiera que los venezolanos en su totalidad aprueban
y se sienten satisfechos con el chavismo.
El resultado de la elección, por más que le otorgue la
victoria a Maduro, deja bien claro el chavismo sí murió, en buena parte, con Chávez.
Él seguirá siendo un icono de la izquierda, tal como el Che Guevara, pero millones de venezolanos, que se preocupan por su economía
presente y futura y por la inseguridad que los acosa, ya no comparten sus
planes.
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