Thatcher y Chávez no gobernaron al mismo tiempo, pero de haber sido así, sin
duda se habrían llevado mal. Sus ideologías políticas son totalmente
opuestas; a ella le interesaba reducir al Estado para que saliera menos
costoso, y a él hacer un Estado descomunal dueño de todo y… de todos.
Para alguien
que piensa como Hugo Chávez, la Dama de Hierro fue una capitalista que se
encargó de reducir al Estado, dejando a los pobres que éste a veces alimenta en
el desamparo, y de favorecer a los ricos, más a los poderosos que a nadie, de
manera injustificable, quizás para recibir fortunas a cambio, porque ¿cómo es
posible que a un gobernante le preocupe más un rico que muchos pobres?
Thatcher
es vista como una gobernante relacionada con lo costoso, cercana a los ricos y muy,
muy alejada de los pobres; Chávez, en cambio, se encargó de autopromocionarse
como el protector de los pobres, aficionado a la austeridad personal y verdugo
de los ricos.
No obstante,
el funeral de ambos ofrece la oportunidad de hacer un retrato
diferente al que se tiene de ellos. El gobierno venezolano invirtió una fortuna
en hacer y promocionar el funeral de Chávez. ¿Cuánto costó y cuántos vasos de
leche se les pudieron dar a niños pobres con ese dinero? Sería interesante que
Nicolás Maduro lo revelara.
Y precisamente
por cómo fue el funeral de Chávez, el gobernante austero, llaman la atención
las instrucciones que Thatcher, la capitalista, dejó para el suyo. Sabiendo que
era bien recordada por su triunfo en la Guerra de las Malvinas y por levantar la economía
británica cuando estaba hundida, y estando conciente del funeral que su pueblo
le había dedicado a Winston Churchill, dejó claro que no quería que el Estado
hiciera gastos inútiles.
¿Por qué
los seguidores de Chávez, que se supone son enemigos de gastar el dinero inútilmente
y de mejor usarlo para socorrer a los pobres, son tan dados a gastar mucho?, y
¿por qué Thatcher, una protectora del capitalismo, se esmeró en impedir que su
pueblo gastara en un homenaje del que la creía merecedora?
No deja
de ser muy contradictorio el cómo dicen que piensan y cómo realmente actúan los
gobernantes.
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