viernes, 5 de abril de 2013

El Vaticano, la monarquía que supo sobrevivir


Aunque aún quedan algunas monarquías en Europa, los reyes son más parte de un protocolo y figuras simbólicas que otra cosa. Todos están supervisados por un parlamento y empatados o superados en autoridad con un primer ministro o un presidente.

El Vaticano, aunque no se dice muy a menudo, también es una monarquía, pero ésta sí es totalmente absolutista. El poder del Papa, el jefe de Estado, no puede ser cuestionado, ni regulado, y sus decisiones no pasan por ningún filtro aprobatorio.

Eso ocurre gracias a que El Vaticano pasó a ser, después de la reunificación de Italia, un país sin territorio. Hasta entonces el Papa había sido el soberano de los Estados Pontificios, una fracción centroitaliana cuya capital era Roma.

Cuando el rey Víctor Manuel II mandó sus tropas contra Pío IX y lo despejó de sus territorios, indirectamente le dio al Vaticano, como Estado y como monarquía, la posibilidad de sobrevivir.

Al ser un país sin ladrones ni prostitutas, sin mendigos en las calles ni carreteras oscuras, sin asaltabancos ni antros de mala muerte, sin sindicatos siempre dispuestos para las huelgas, sin diversidad religiosa y sin todo lo demás que puede poner de cabeza a un país, El Vaticano tiene la existencia asegurada. 

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