viernes, 12 de abril de 2013

Peña Nieto, ¿la versión mexicana de Margaret Thatcher?


Enrique Peña Nieto tiene la suerte de haber llegado a la jefatura de Estado en México cuando han pasado por Los Pinos de manera sucesiva dos presidentes que se han cuidado de no meter la pata en cuestiones económicas y han llevado una administración pública si no brillante ni austera sí responsable.

Incluso los últimos dos presidentes priístas antes del panismo, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, pudieron haber sido dos grandes reformadores de no ser porque desmembraron la entonces creciente economía mexicana con el famoso error de diciembre de 1994. Zedillo después de ese pésimo inicio merecedor de su renuncia recompuso un poco las cosas, y todo fue mejorando aunque poco a poco con Vicente Fox y Felipe Calderón, dos conservadores partidarios del libre mercado que propiciaron el crecimiento del sector empresarial.

Si Peña Nieto continúa por la línea calderonista, es probable que México llegue pronto a ser una economía respetable. Pero hay dos nubarrones muy negros en el panorama mexicano: el crimen organizado y la fuerza descontrolada de los sindicatos.

Con la inseguridad la cosa se mantiene igual a cómo estaba con Calderón y el presidente ha pedido un año de prorroga para evaluar su estrategia. Pero a los sindicatos, como hizo alguna vez Margaret Thatcher, parece que se les piensa plantar enfrente. La lucha de Peña Nieto contra el sindicato de maestros ya alcanzó niveles nunca vistos con Calderón. Inició hace poco más de un mes y todavía luce envalentonado y ya amenazó con aplicar la formula de Ronald Reagan de despedir a todos los que no regresen a trabajar.

Sería sorprendente que el presidente al que ahora los mexicanos ven como el más inculto que han tenido en muchos años -por un terrible resbalón en la FIL- fuera quien le pusiera un freno al poder del sindicalismo en México, titán en el país desde que terminó la revolución, redujera la violencia y propiciara un crecimiento importante de la economía, porque eso lo haría parecerse a la mismísima Margaret Thatcher.

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