La relación amorosa de la cantante Shakira con Antonio
de la Rúa fue muy
larga, duró mucho más de lo que comúnmente duran otras relaciones de las luminarias. La colombiana incluso llegó a sentirse casada sin estarlo. La pareja
funcionó mediáticamente bien, ella es una gran cantante y él el hijo de un
expresidente, que no es poco.
Pero el amor se acabó, aunque les duró bastante, y
vino la lamentable época de hacer cuentas. Recientemente se hizo público el alegato
con que De la Rúa
pretende que la Corte
de Nueva York obligue a Shakira a pagarle nada menos que 100 millones de dólares, cifra estratosferita
que él asegura le corresponde por haber trabajado con su ex novia en una
sociedad que ahora vale cientos de millones.
La prueba de que el amor se hizo cenizas y de que a
esas cenizas se las llevó el aire está en algo tan sencillo como el hecho de
que De la Rúa -aunque
apegandose al formalismo de un texto que va a parar a una Corte- se refiere a
su otrora novia como la señora Mebarak.
Quién les hubiera dicho cuando estaban tan unidos que
llegarían a estos extremos.
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