Cuando recién murió Hugo Chávez, en todo el mundo se pensó que la inminente elección
presidencial la ganaría, fuera quien fuera, el candidato chavista, puesto que
tanto amor mostrado por el pueblo ante el féretro del mesías no podía indicar otra
cosa.
El propio Nicolás
Maduro, ya siendo el candidato y presidente encargado, alardeó de tener el
apoyo del pueblo y de que ganaría por una amplia ventaja. Sus discursos, pese a
que Capriles gana cada día terreno, siempre han sido triunfalistas y apenas se esfuerza
por parecer modesto y no declararse abiertamente el ganador de la elección.
Pero hay algo muy importante que no se puede ignorar: los
que fueron a llorarle a Chávez no eran todo el pueblo venezolano. Los que
estaban allí eran los chavistas, que fueron a despedirse del hombre que tanto
les había beneficiado, pero es difícil pensar que con el voto de todos los que acudieron a los funerales de Chávez gane Maduro. Requiere
de más votos y lo sabe bien.
No se puede olvidar que hace apenas unos meses Chávez
venció a Henrique Capriles por una diferencia no muy holgada. Y desde entonces
ya pasaron cosas. La economía del país empeoró, e igualmente la inseguridad, y
el candidato oficialista ahora es otro, un hombre que no posee las cualidades
de Chávez para ganarse con encendidos discursos la estima de los más pobres.
Capriles existe, es un buen candidato y tiene el apoyo
de millones de venezolanos. Muchos. Maduro no lo iguala en cualidades ni en
carisma, por eso se aferra al fantasma de Chávez, al que ve incluso convertido en
pajarito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario