Cuando el Estado mexicano arrestó a la líder del SNTE,
Elba Esther Gordillo, en los mismos días que el presidente Enrique Peña Nieto
firmaba la reforma educativa, se pensó que todo obedecía a un plan
perfectamente detallado que consistía en descabezar al sindicato para poner a
un nuevo líder que impidiera una movilización de maestros queriendo echar abajo
la reforma. Quizás así lo tenía pensado el presidente, pero las cosas se le están
saliendo de control.
Los maestros, que sienten lastimados sus privilegios
con la reforma educativa, han iniciado una movilización masiva en los estados
del sur del país con un propósito claro, recordarle a Peña Nieto porque Felipe
Calderón en seis años no se atrevió a desafiarlos.
El gobierno mexicano se muestra abierto al diálogo, con
la intención de llegar a un nada previsible acuerdo. Los maestros sientes que
los privilegios que el sindicato les otorga son bienes ganados con el sudor de
su frente -aunque los trabajadores del sector privado estén lejos de soñarlos-,
y harán lo que sea necesario para mantener inalterable su patrimonio.
A Peña Nieto, indudablemente, le espera una dura
batalla.
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