domingo, 21 de abril de 2013

Yanquilandia es un país que aún funciona


Mucho se viene hablando desde hace años de la decadencia de los Estados Unidos como la gran potencia mundial, decadencia que en parte se atribuye a la degradación moral de los yanquis, a su gusto por los excesos y a su pérdida de valores, pero la verdad es que ese país y la sociedad que lo compone aún funcionan muy bien, y la muestra está en lo ocurrido en los días posteriores al atentado terrorista del maratón de Boston, llevado a cabo por los chechenos hermanos Tsarnaev.

Por hacer alguna comparativa, cuando en México ocurre una masacre que impactaría hasta a monjes inquisidores, la policía muy probablemente no investiga, ¿para qué?, si lo más sensato es pensar que se trató de una venganza de un cártel de la droga hacia otro, cosa que se puede comprobar con los mensajes dejados junto a las víctimas. Los habitantes del pueblo o ciudad donde se cometió la masacre tratan de olvidarla al día siguiente para prepararse emocionalmente para la de la semana próxima. Si la policía les pide ayuda es más probable que lo tomen como una amenaza de muerte y no como una invitación a cumplir su deber de buenos ciudadanos.

En España los atentados terroristas del 11 de marzo del 2004 provocaron un actuar de las autoridades que aún no satisface ni mínimamente a la sociedad y mucho menos a los familiares de las víctimas. A juicio de muchos, la policía en lugar de hacer una investigación descompuso las escenas del terrorismo lo necesario para que nadie fuera capaz de saber lo que pasó allí.

Pero volviendo a Yanquilandia, no deja de ser sorprendente y admirable lo que pasó después de los atentados. La sociedad, desde el propio presidente Barack Obama, reaccionó de forma por demás plausible. Quizás muchos pensaron que las palabras de Obama diciendo que los culpables serían castigados eran una bravuconada para obtener las primeras planas en todo el mundo, pero no. La policía se puso a trabajar a marchas forzadas. Después de los atentados de Nueva York, los yanquis se hicieron de una infraestructura para rastrear a terroristas que redujo a la apariencia de forajido indigente al propio Osama bin Laden.

Los resultados de las investigaciones llegaron de forma extraordinariamente rápida y creíble. Nada del recurso mexicano de presentar a infelices con visibles huellas de tortura cuando la sociedad exige culpables por un crimen atroz. La persecución de los hermanos chechenos también fue algo digno de admiración. La policía pidió ayuda a la ciudadanía y ésta cooperó de forma inmediata, sin temor alguno y con plena confianza en sus autoridades.

Las cosas, después de la captura del segundo hermano, quedaron bien claras. Los yanquis siguen siendo un pueblo unido, religioso y sensible, con una autoridad que funciona y una sociedad que lo sabe. Y también son, para satisfacción suya y del mundo civilizado, el terror de los terroristas.

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