Desde hace días, ante la solicitud de Henrique Capriles para que se cuente
voto por voto y se despeje cualquier duda respecto a la elección presidencial
del 14 de abril, los chavistas se le han ido en serio a la yugular, haciéndole
imputaciones que un servidor público que ocupa un alto puesto jamás debería
hacer en un país democrático sin que lo determine primero una corte.
Resulta verdaderamente sorprendente el ver cómo continúa
vigente la estrategia de desprestigiar a alguien comparándolo con dictadores
genocidas. A Capriles lo llaman nazi y fascista, como si hubiera argumentos
para que tal comparación resultara siquiera minímamente lógica. Capriles no ha
gobernado nunca su país, no ha impulsado el culto a su personalidad -de hecho
quien sí lo hizo fue Chávez-, no se le puede atribuir con pruebas coherentes un
asesinato -mucho menos un genocidio-, pero aún así despotrican contra él
deliberadamente para que el televidente y el radioescucha lo relacionen con
figuras como Hitler y Mussolini –ya puestos deberían de llamarlo comunista para
que lo relacionen con Stalin, quien también se llevó a millones de inocentes a
la tumba-.
Primero salió Nicolás
Maduro a decir que las manifestaciones populares que exigían el recuento de
votos eran un intento de golpe de Estado por parte de Capriles, luego la Ministra del Poder
Popular para el Servicio Penitenciario, Iris
Varela, lo llamó asesino, vicioso e insinuó que es adicto a las drogas, y le mandó un mensaje diciéndole
que ya le está preparando su prisión.
Luego se ve que la prudencia, la diplomacia y la
capacidad de dejar a los jueces la tarea de determinar quién es culpable de
algo con pruebas sólidas -características todas de una democracia y de un país
con instituciones y gobernantes cuerdos- no se les da a los chavistas. Quizás
ignoran o se obligan a ignorar que su ferocidad no hace ver a la revolución
bolivariana como algo positivo en el exterior, sino que hace ver a Venezuela
como una dictadura de un partido que recurrirá a todo para permanecer en el
poder. Los chavistas están haciendo que de su país se hable mucho en el mundo,
sí, pero no por sus logros en diversas materias, sino por la fiereza irracional
de sus dirigentes.
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