En cuanto se hizo pública la imputación de la infanta
Cristina, salieron los comentarios respecto a que ella es el primer miembro de la
familia real española en ser llamado al banquillo de los acusados. Pero ella sólo
debería de preocuparse por su situación legal y no por lo incomodo que puede
resultarle ser una Borbón y tener problemas con la justicia.
En realidad lo suyo sería un incidente sin importancia
comparado con los problemas que han tenido algunos de sus parientes.
Ahí está en la historia Luis XVI, que también era Borbón,
aunque en francés, y fue acusado de traicionar a Francia y de matar a su pueblo
de hambre, delitos por los que fue guillotinado. Y no sólo él, también María Antonieta, su prima por el lado
Habsburgo, fue condenada casi por los mismos delitos que su marido y sometida
al mismo castigo.
Otro de sus parientes con problemas con la justicia
fue Maximiliano I de México, quien
fue acusado de usurpar a un gobierno constitucional y fusilado por ello.
El Káiser
Guillermo II, su tatarabuelo, fue acusado de provocar la Primera Guerra Mundial y si se
salvó de ser juzgado se debió a que la reina de Holanda lo mantuvo bien
protegido dentro de sus fronteras.
Y también parientes suyos fueron los Romanov, el zar Nicolás II y toda su familia, sobre
quienes se hicieron acusaciones similares a las que tuvo en su momento Luis
XVI, y también fueron cobardemente asesinados.
No tiene motivos la Infanta para sentirse triste o culpable de
incomodar a su familia. Esa familia suya está llena de parientes que tuvieron
problemas con la ley.
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