El principal atractivo del discurso de campaña de Barack Obama, antes de que ganara la
presidencia, giró entorno a la paz. Habló de retirar las tropas de Irak y de
cerrar Guantánamo. Pero las promesas de campaña son muchas veces similares a
los votos matrimoniales.
Algunos diarios han publicado que el período de pretextos
para no desaparecer la prisión terminó y que los funcionarios que hasta hace
poco preparaban el proceso de cerrar Guantánamo ya no están llevando a cabo esas
funciones. Es decir: que no se cerrará, que el proceso de hacerlo quedó en el
olvido.
Obama dijo que cerraría la desprestigiada prisión en
cuanto llegara a la Casa Blanca.
Pero ya inició su segundo período y Guantánamo sigue operando. No la ha cerrado
porque siempre sobran pretextos para que un político no haga algo que dijo que
haría y porque sencillamente la necesita. En algún lugar tiene que encerrar
Estados Unidos a los terroristas que captura, o a los sospechosos de serlo. Y nunca
mejor un sitio apartado del país, lejos de periodistas, rodeado por mar y por
en férreo enemigo. La prisión ideal. Porque Guantánamo está en las barbas de Fidel Castro (nunca mejor dicho).
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