Muchos reyes tienen por meta no ver a alguno de sus
hijos convertido en rey. Aunque eso no indica que no quieren que lo sea, sino que quieren morirse con la corona puesta. Allí está la reina Isabel II del Reino Unido, quien a sus
86 años sigue gobernando mientras su heredero, Carlos de Gales, lleva seis
décadas en espera. Pero la reina Beatriz
de Holanda piensa diferente, y a sus 74 años ya ha decidido separarse del
trono para permitir el advenimiento de su hijo.
Argumentando que es tiempo de darle la oportunidad a
una nueva generación, Beatriz de Holanda, reina de un país que como Inglaterra
es famoso por sus reinas, ha decidido cederle el trono a su hijo Guillermo, un
príncipe de 45 años que lleva 33 como primero en la línea de sucesión.
La reina ha afirmado que su abdicación no se debe a
que ya le pese la corona, y en realidad sus problemas no son muchos. Un 80% de
sus súbditos están contentos con ella. El porcentaje es altísimo si se toma en
cuenta que la popularidad de los gobernares, reyes, presidentes o primeros
ministros, comúnmente anda alrededor del 50%.
Con la llegada al trono holandés del príncipe Guillermo Alejandro de Orange-Nassau
también lo hará su esposa, la princesa Máxima,
argentina de nacimiento. Pero ella no será la primera americana en ponerse una
corona. La actual consorte del Gran Ducado de Luxemburgo, María Teresa Mestre,
es cubana y, la que fuera consorte de Napoleón
Bonaparte hace dos siglos, Josefina
de Beauharnais, era oriunda de la Martinica.
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