Ahora resulta que cuando una persona compra un lector
de libros electrónicos, afecta en lugar de beneficiar a las editoriales, porque
con ese lector leerá libros que probablemente bajará del Internet sin pagar por
ellos, y esos mismos libros dejarán de venderlos las editoriales, sufriendo así
grandes pérdidas la industria. En España el año pasado se perdieron de esa
manera 350 millones de euros.
El libro electrónico continúa en su ascenso imparable
para competir de igual a igual o desplazar al libro impreso. Eso es bueno
porque los costos de su producción se reducen considerablemente. Pero es malo
porque las posibilidades de que un libro sea colgado en la red gratis sin permiso del
editor son muchas.
El catálogo de libros electrónicos disponibles en
Internet en español es enorme y aumenta cada año. Tan sólo en España durante
el 2012 se pusieron a la venta más de 20 mil obras en ese formato. Y con el
aumento de la popularidad de las tabletas también hay una gran demanda por
parte de los lectores. El problema es que muchos lectores no tienen la menor
intención de pagar por esos libros, aunque algunos tienen precios comodísimos de
1 euro o poco más.
El aumento del consumo del libro electrónico es un
foco rojo para los editores. Antes también por los libros de autores que murieron hace
más de un siglo se tenía que pagar. Se vendían normalmente junto con las
novedades. Ahora los clásicos están gratis en la red, en diferentes ediciones a
gusto de los lectores.
Y el mayor problema -que los editores tienen bien claro- es
que por cada libro que un lector leer gratis bajado de Internet, se deja de
vender otro libro.
Pero los lectores no sólo buscan bajarse los clásicos
gratis de la red, muchos buscan descargar gratis cualquier novela que les cause
interés. A este paso en algunos años habrá un público muy culto y las
editoriales estarán en quiebra.
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