Antes del 14 de mayo del 2011 Strauss-Kahn era un de
los hombres más poderosos del mundo, como director gerente del Fondo Monetario
Internacional, estrechaba constantemente las manos de los líderes más importantes
y se perfilaba para ser el sucesor de Nicolas Sarkozy, pero repentinamente el
mundo se le fue encima, y todavía lo está cargando.
Era bien conocido su gusto por las mujeres, algo que no
le había acarreado muchos problemas, pero su historial de líos de faldas fue lo
que le dio credibilidad a la demanda de Nafissatou
Diallo, una emigrante africana que lo acusó de haberla violado en un lujoso
hotel de Nueva York.
El poderoso Dominique Strauss-Kahn fue bajado de un avión,
arrestado, esposado y tratado como a un delincuente. Nadie creía en él, hasta
que su supuesta víctima empezó a desdibujarse como tal, entonces cobró fuerza el rumor de un complot para quitarlo del camino de no se sabe quién.
Diallo se
mantuvo firme, juró y perjuró que Strauss-Kahn la había agredido sexualmente. Exigió justicia.
Incluso al parecer se negó cuando la cosa estaba más caliente a llegar a un
acuerdo económico. Pero con el paso de los años, ahora que su obra, cualquiera
que haya sido, parece estar concluida, sí aceptó recientemente un acuerdo con
su agresor mediante el cual recibió 1.5 millones de dólares.
Pero con esa “indemnización” Strauss-Kahn no se libró
de todos sus problemas. La caja de Pandora, la suya, ya está abierta. Al poco
tiempo de la demanda de Diallo empezaron a salir más víctimas de su virilidad,
aparte de una investigación en Lille que aparentemente lo vincula a una red de proxenetismo.
Y ése es su actual problema. La investigación va para
largo, pero de ser hallado culpable podría pasar varios años en prisión.
En cuanto a su imagen pública, quedó totalmente echa
pedazos. Sea o no cierta su agresión sexual a Nafissatou Diallo, ya no podrá
volver a ser el gran hombre de antes. Como están las cosas ahora, parece que con problemas se librará de ir a prisión. Si se libra.
Es, con mucho, el político más devastado de los las últimas
décadas por un escándalo sexual. Más que Bill Clinton, a quien Monica Lewinsky
no pudo echar de la Casa Blanca.
La desgracia de Strauss-Kahn, que acaparó la atención
del mundo entero, fue bien aprovechada por el escritor español Juan Francisco Ferré, quien escribió un
libro titulado Karnaval, que tiene
como base el escándalo del exdirecto gerente del Fondo Monetario Internacional y
que ya el año pasado ganó la XXX
edición del Premio Herralde de novela.
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