En marzo del 2011 el hijo del extinto coronel Muamar
el Gadafi y actual recluso en una prisión de Libia, Saif al Islam, exigió a Sarkozy
que le devolviera el dinero que su padre había “donado” para su campaña
presidencial en 2007. Se habló de 50 millones de euros, una cifra enorme pero creíble
tomando en cuenta que Gadafi era literalmente el dueño de los recursos económicos
de su país (nunca mejor dicho eso último).
El entonces presidente galo se desmarcó de las
acusaciones. Tenía a su favor la poca credibilidad que se le podía dar en ese
momento a una dictadura tan longeva como corrupta y enormemente desprestigiada
en el mundo entero.
Pero la bomba ha vuelto a estallar. Ziad Takieddine, un
empresario franco-libanés, famoso por su historial de negocios ligados a la
corrupción, confesó recientemente ante un juez que Muamar el Gadafi financió la
campaña presidencial de Nicolas Sarkozy y que tiene pruebas de ello.
Aunque no es un golpe devastador para Sarkozy, no
mientras no salgan esas pruebas, sí lo dejará muy mal parado. Poco después de que
concluyó su período presidencial, su popularidad creció de manera extraña e
inesperada. Incluso se habló mucho de su posible regreso al poder en el 2017. Sin
embargo, no se podría apostar demasiado por él si el escándalo continúa creciendo.
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