Egipto
fue uno de los primeros países en experimentar lo que ha sido llamado como la primavera árabe, que no es otra cosa
que una revolución con el único fin de derribar al dictador en turno, que puede
llevar en el puesto varias décadas, y después a empezar de cero, con desorden,
con caos y, sobre todo, con un alarmante retroceso.
A raíz de la caída en Egipto de Hosni Mubarak, un dictador que ya tenía en el puesto tres largas décadas,
se pensó ilusamente que llegaría la democracia a la tierra de los faraones. Terrible
error. Lo que llegó ha sido un gobierno radical que pone los pelos de punta a
cualquiera que viva allí y no profese el Islam. Y si es mujer, peor.
Con la llegada al poder el año pasado de los Hermanos Musulmanes, una organización
política con un alarmante historial terrorista, las libertades y la poca
tolerancia -que comparada con otros países árabes era mucha- están en vísperas
de desaparecer.
Recientemente fue aprobada en el país una constitución
basada en la sharia, que pretende reconstruir al país a imagen y semejanza de Arabia
Saudita, donde entre muchas otras cosas que van contra el derecho a la
libertad, las mujeres no pueden ni siquiera conducir un auto.
Con la nueva carta magna egipcia el gobierno quiere islamizar
totalmente al país, pasando por encima de cualquier minoría cristiana. Recientemente
un popular predicador egipcio, Hisham
el-Ashry, radical a más no poder, dijo por televisión que las mujeres
cristianas que viven en Egipto pueden
circular por las calles sin llevar un velo en el rostro sólo si ser violadas es
lo que pretenden. El Cairo es actualmente la capital mundial del acoso
sexual, y las que más lo sufren son las mujeres extranjeras y las residentes
que no profesan el Islam.
No hay comentarios:
Publicar un comentario