El 1 de enero de 1431 nació uno de los jerarcas de
Iglesia Católica más polémicos de todos los tiempos. Español de nacimiento y
llevando por nombre Rodrigo de Borja, se trasladó a Roma siendo muy joven para
iniciar una carrera eclesiástica bajo el amparo de su tío Alonso de Borja
(futuro papa Calixto III).
Ya en Roma su apellido pasó a ser Borgia y durante su pontificado
gracias a él y a su hijo César llegaría a ser sinónimo de corrupción y crueldad.
Su carrera eclesiástica se elevó como la espuma. Su brillante mente le brindó
siempre una eficaz estrategia para saltar los obstáculos. Ni siquiera sus líos
de faltas se interpusieron en su acenso en la jerarquía de la Iglesia.
Tuvo varios hijos con diferentes mujeres, pero a la
historia sólo pasaron Pedro Luis, Juan, César, Godofredo y Lucrecia. Pedro Luis
murió muy joven, un año antes de que Rodrigo fuera elevado a Papa, de manera
que puso sus intereses en Juan, a quien pretendía convertir en un poderoso príncipe
italiano.
Sin embargo, la fatalidad se interpuso en sus planes. Juan
Borgia fue asesinado en 1497 por una mano desconocida, aunque muchos
historiadores apuntan a sus hermanos César o Godofredo, ya que cada uno tenía
sus razones para matarlo.
A la muerte de Juan, su favorito, el papa Alejandro VI
le dio todo su apoyo a su siguiente hijo, César Borgia, quizás el personaje más
sanguinario y cruel de la
Italia renacentista. Rodeado de un ejército de mercenarios,
pagados por su padre con los fondos de la Iglesia , César se dedicó a aterrorizar Italia en
su afán de hacerse de un poderoso principado.
El Papa también practicó mucho las más lucrativas alianzas
de aquella época: el matrimonio aristocrático. Casó a sus hijos, Lucrecia y
Godofredo siendo aún niños, con miembros de las más poderosas familias
italianas. Su intención era crear una red de protección alrededor de los Borgia
gracias a esos matrimonios. Si la red se rompía en algún punto le llevaba poco
tiempo volver a unirla. A Lucrecia la casó tres veces.
Su papado no fue ni breve ni largo. Duró once años
casi justos en los que dejó su nombre en la historia no de la manera que él
hubiera querido. Fue asesinado por no se sabe quién en una de las prácticas
homicidas más comunes de la época: en envenenamiento. Quizás incluso se debió a error de cálculos
en un intento de él y de César por envenenar a otros. Este último también ingirió
veneno pero no le costó la vida, aunque sí el papado. La intención de Alejandro
era “heredarle” la silla de San Pedro a su hijo, pero al estar César gravemente
enfermo durante el conclave le fue imposible hacer que fuera elegido Papa.
El gran apetito sexual que siempre caracterizo al Pontífice, aunando
al libertinaje que se les atribuyó a sus hijos Lucrecia y César, desató
infinidad de leyendas repletas de orgías protagonizadas por los miembros de la
familia Borgia. Mucho se habla de que sus enemigos las inventaron a su muerte
para sepultar su nombre, pero lo cierto es que hasta la actualidad no se sabe cuánto de lo que se
ha escrito sobre la inmoralidad de los Borgia es verdad y cuánto es falso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario