Ningún estilo arquitectónico ha sobrevivido tanto como
el clásico, que ha estado vigente desde la antigua Grecia hasta la actualidad. Aunque
con la gran diferencia de que entonces los edificios de tales características
eran obras de arte y los que se edifican hoy son considerados símbolos de mal
gusto. El estilo sigue vigente porque los elementos arquitectónicos más sobresalientes de estas construcciones llegaron a ser una autentica representación del poder, y poder es
lo que más busca el hombre.
Un frontón sostenido por columnas perfectamente
estilizadas fueron el surgimiento de lo que más adelante llegaría a ser sin más la
arquitectura de los poderosos. Las ruinas del Partenón son hoy el mejor
vestigio de aquel lejano principio.
En Roma al estilo griego le agregaron la cúpula, elemento
arquitectónico indispensable que continúa hasta la actualidad. El Panteón de Agripa, inaugurado hace casi dos milenios, sería el primero modelo de un prototipo de edificio que se repetiría
por todo el mundo con apenas algunas variantes a lo largo de los siglos.
Opacada durante algunos siglos por el Gótico y otros
estilos, la arquitectura clásica volvió a surgir durante el Renacimiento, con
diferentes proporciones y usos, pero formalmente casi igual a la de la antigua
Roma.
Durante el período Barroco, los ordenes clásicos
volvieron a quedar relegados por algunos siglos, pero durante la era napoleónica
resurgieron una vez más. Esta vez llegaron a América, donde se convirtieron con
el tiempo en los símbolos de poder del que llegaría a ser años después el país
más poderoso del mundo: los Estados Unidos. Tanto el Capitolio como la
Casa Blanca son reinterpretaciones de la
arquitectura clásica. El capitolio de Cuba también corresponde al mismo estilo,
y el palacio legislativo que la revolución impidió que se terminara de edificar en
México era igualmente un edificio neoclásico.
Hitler, un fanático del poder, no podía ser ajeno al
simbolismo de la arquitectura clásica. Su arquitecto de cabecera, Albert Speer,
diseñó para reedificar Berlín una sería de edificios en su totalidad influenciados
por los de la antigua Roma. No se llegaron a construir porque Alemania perdió
la guerra, pero quedaron planos y maquetas de lo que hubiera sido uno de los
mayores desvaríos arquitectónicos de todos los tiempos.
Los leones siempre han sido los acompañantes idóneos
de los edificios que simbolizan poder. Ya en el antiguo Egipto los utilizaron
para tal fin, aunque sustituyendo su cabeza por la de un Dios o un faraón. Después
pasarían a ser irremplazables como elementos decorativos en los edificios neoclásicos.
La mansión del que fuera uno de los hombres más
poderosos de Estados Unidos de todos los tiempos, William Randolph Hearst, también responde fielmente a las características
de la arquitectura clásica. Hearst continúa siendo hasta la actualidad uno de
los más grandes símbolos del capitalismo.
Muchas de las mansiones de las estrellas de Hollywood,
edificadas en Bel-Air y Beverly Hills, algunas muy recientemente, conservan
inalterables los más simbolicos elementos arquitectónicos de las
antiguas construcciones de Grecia y Roma.
Tanta relación con el poder y los poderosos tiene la
arquitectura clásica, que la mansión del multimillonario y villano de la serie The Simpson, Montgomery Burns, es
precisamente de estilo neoclásico.
Este artículo es un resumen del libro La arquitectura de los poderosos.
Este artículo es un resumen del libro La arquitectura de los poderosos.
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