El nombre de Ariel Castro está ocupando las primeras
planas de los diarios en todas partes. No es para menos, el hombre es la maldad
sin maquillaje, sin mascaras, en estado puro.
A estas alturas ya está de mas decir que el monstruo de Cleveland mantuvo
secuestradas por ¡DIEZ AÑOS¡ a tres jóvenes, de las que abusó y las hizo
abortar una y otra vez, quedando sólo como evidencia física de sus
depravaciones una pequeña de seis años.
Los medios de comunicación a nivel mundial y los
propios espectadores han cerrado un círculo sobre Castro y su enferma mente. Curioso
porque a veces hay accidentes con un centenar de víctimas que se olvidan antes de que sean sepultadas.
Pareciera que el mundo quiere ver a la maldad, en este
caso Ariel Castro, saber por qué actuó de esa manera, saber lo que se esconde
en su putrefacta mente y hasta los detalles de su rutinaria monstruosidad.
Castro es una prueba de que la maldad sin pretextos
existe, y que actúa sólo por el placer de ver y hacer sufrir. Hay quienes
disfrutan ser malos porque sí, sin más excusas. Algunos serán abogados, médicos, arquitectos, mecánicos o chóferes, como
Castro, pero otros son presidentes y su maldad destruye a millones de inocentes,
como es el caso del otro Castro.
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