Muchos dictadores terminan sus días en el exilio, odiados
por sus pueblos e incluso algunos han pagado con la vida el haber vivido como
verdaderos emperadores por varias décadas. No obstante, otros son recordados
como héroes por el sencillo mérito de haber muerto antes de que la bomba estallara.
Vladímir
Lenin fue uno de los más despiadados genocidas del siglo
pasado. Pero alcanzó el rango de héroe de los desheredados porque la maquina criminal
que él creo, la URSS , apenas llevaba un año
existiendo cuando murió. Además, su maldad quedó eclipsada por la de su
heredero, Iósif Stalin.
Rafael
Leónidas Trujillo fue algo más que un emperador
para la República
dominicana. Casi alcanzó el rango de divinidad por el control total del país que
ejerció durante muchos años. Pero su ejecución a manos de sus opositores le
valió un funeral que evidenció cuánto aún lo amaba su torturado pueblo.
Franklin
D. Roosevelt ha sido lo más cercano a un dictador que han
tenido en los Estados Unidos. Se quedó en el poder doce largos años, que bien
pudieron ser dieciséis, y durante la Segunda
Guerra Mundial ostentó un poder similar al de un monarca
omnipotente. Murió devastado por el cansancio que le provocaba el conflicto, poco
antes de que éste terminara, y eso lo hizo un héroe de magnitud global.
Álvaro
Obregón cambió la constitución de México para reelegirse y
ejercer un segundo mandato presidencial. Lo extraño es que uno de los
pretextos para que se desarrollara la cruel y sangrienta revolución mexicana
fue impedir que los presidentes se reeligieran. Obregón, como uno de los
triunfadores del conflicto, tenía que cumplir las promesas revolucionarias,
pero su ambición por el poder lo llevó a hacer todo lo contrario. Su asesinato
impidió que se eternizara como caudillo todopoderoso y eso salvó un poco su
biografía. Al hombre que la revolución echó de la presidencia por haber
permanecido tres décadas en ella, Porfirio Díaz, pese a que fue un héroe en la
guerra contra Francia, los mexicanos lo tienen sepultado en el exilio y ni
quieren oír hablar de repatriar sus restos. Curiosamente, Francia, el país al
que combatió con bravura, sí acepta que esté sepultado en territorio galo.
Hugo Chávez
es otro ejemplo de lo conveniente que es para un dictador morir antes de que
las cosas lleguen al límite. La ruina de la economía venezolana que se hace
presente a pasos agigantados, sin duda lo habría hecho muy impopular, pero su muerte le impidió cosechar el fruto de sus errores. Para que los recoja dejó a
un heredero.
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