miércoles, 1 de mayo de 2013

Dictadores beneficiados por su propia muerte


Muchos dictadores terminan sus días en el exilio, odiados por sus pueblos e incluso algunos han pagado con la vida el haber vivido como verdaderos emperadores por varias décadas. No obstante, otros son recordados como héroes por el sencillo mérito de haber muerto antes de que la bomba estallara.

Vladímir Lenin fue uno de los más despiadados genocidas del siglo pasado. Pero alcanzó el rango de héroe de los desheredados porque la maquina criminal que él creo,  la URSS, apenas llevaba un año existiendo cuando murió. Además, su maldad quedó eclipsada por la de su heredero, Iósif Stalin.

Rafael Leónidas Trujillo fue algo más que un emperador para la República dominicana. Casi alcanzó el rango de divinidad por el control total del país que ejerció durante muchos años. Pero su ejecución a manos de sus opositores le valió un funeral que evidenció cuánto aún lo amaba su torturado pueblo.

Franklin D. Roosevelt ha sido lo más cercano a un dictador que han tenido en los Estados Unidos. Se quedó en el poder doce largos años, que bien pudieron ser dieciséis, y durante la Segunda Guerra Mundial ostentó un poder similar al de un monarca omnipotente. Murió devastado por el cansancio que le provocaba el conflicto, poco antes de que éste terminara, y eso lo hizo un héroe de magnitud global.

Álvaro Obregón cambió la constitución de México para reelegirse y ejercer un segundo mandato presidencial. Lo extraño es que uno de los pretextos para que se desarrollara la cruel y sangrienta revolución mexicana fue impedir que los presidentes se reeligieran. Obregón, como uno de los triunfadores del conflicto, tenía que cumplir las promesas revolucionarias, pero su ambición por el poder lo llevó a hacer todo lo contrario. Su asesinato impidió que se eternizara como caudillo todopoderoso y eso salvó un poco su biografía. Al hombre que la revolución echó de la presidencia por haber permanecido tres décadas en ella, Porfirio Díaz, pese a que fue un héroe en la guerra contra Francia, los mexicanos lo tienen sepultado en el exilio y ni quieren oír hablar de repatriar sus restos. Curiosamente, Francia, el país al que combatió con bravura, sí acepta que esté sepultado en territorio galo.

Hugo Chávez es otro ejemplo de lo conveniente que es para un dictador morir antes de que las cosas lleguen al límite. La ruina de la economía venezolana que se hace presente a pasos agigantados, sin duda lo habría hecho muy impopular, pero su muerte le impidió cosechar el fruto de sus errores. Para que los recoja dejó a un heredero.

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