Quizás los hebreos han sido una de las sociedades más
pacificas de la historia. No se han dedicado a echar “brujas” y todo lo que
estorbe a la hoguera como los católicos en su época de mayor fanatismo, ni a
matar al infiel por medios terroristas como los musulmanes en tiempos actuales, ni siquiera han obligado a nadie a abrazar su fe.
No obstante, se les ha odiado durante dos milenios, por diferentes razones y
casi todas injustas.
El primer gran crimen que se les atribuye a los judíos
es el de instar a los romanos para que le dieran muerte al hijo de Dios. Pero aun
si se toma ese hecho por verdadero en su totalidad, es posible hallar una
justificación para los hebreos. En su momento, ellos no mataron al hijo de
Dios, sino a un perturbador de su orden. ¿Cuántos pueblos no se han cargado a
un agitador que repentinamente les dice que están equivocados? La historia está
llena de sacrificados que llegaron a un pueblo a querer cambiar las cosas, y
cuando han pretendido darse el rango de mesías o de estar tocados por una
divinidad, peor les ha ido.
Otro crimen que se les ha atribuido a los judíos en
general es el de mezquinos usureros, estigma que llevan cargando desde tiempos
de la república romana. Los hebreos al ser pocos y por tanto siempre minorías
en un país, han sido más disciplinados, a manera de autoprotección, y eso a
algunos los llevó a ser ricos y a tener la posibilidad de prestar su dinero
para incrementarlo. Crimen lo anterior si se trata de judíos, pero si es un
banco no tienen nada malo, presta a las empresas para que puedan crecer.
Tanto aumentó siglo con siglo el odio a los judíos en
Europa, que por más bien que se portaron, a finales del siglo XIX ya era muy difícil
ser abiertamente judío y vivir en paz en el viejo continente. El nacionalismo
siempre busca víctimas de sus bravuconerías, y en este caso los hebreos fueron
las víctimas perfectas, ya que por ser lo que eran, con un odio feroz que llevaba
siglos detrás de ellos, a pocos les parecía mal que los acosaran hasta
destruirlos.
Después de que se hizo público el holocausto, el
antisemitismo no bajó sus niveles drásticamente, pero sí los bajó. Digamos que
en esos años fue cuando los judíos gozaron de más simpatías en todo el mundo. Pero
tuvieron que pagar un precio muy alto, el de perder a seis millones de los
suyos, y el gusto de que se les quisiera, si es que lo tuvieron, les duró poco.
Nada más les dio por independizar su patria por
antonomasia y ponerse firmes contra los musulmanes que querían echarlos al mar o
matarlos en el desierto y el mundo volvió a odiarlos.
Tal parece que nadie quiere ver a los judíos con
poder, pero tienen derecho a poseerlo cuando su trabajo les cuesta. Israel, ese
pequeño y poderoso país no surgió de la noche a la mañana y sin esfuerzo, es el
resultado de los sueños y el trabajo de un pueblo, de un buen pueblo que le
sirve bien al mundo, por más que el mundo se empeña en tratarlo mal.
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