martes, 14 de mayo de 2013

¿Qué le hicieron los judíos al mundo para que los odie tanto?


Quizás los hebreos han sido una de las sociedades más pacificas de la historia. No se han dedicado a echar “brujas” y todo lo que estorbe a la hoguera como los católicos en su época de mayor fanatismo, ni a matar al infiel por medios terroristas como los musulmanes en tiempos actuales, ni siquiera han obligado a nadie a abrazar su fe. No obstante, se les ha odiado durante dos milenios, por diferentes razones y casi todas injustas.

El primer gran crimen que se les atribuye a los judíos es el de instar a los romanos para que le dieran muerte al hijo de Dios. Pero aun si se toma ese hecho por verdadero en su totalidad, es posible hallar una justificación para los hebreos. En su momento, ellos no mataron al hijo de Dios, sino a un perturbador de su orden. ¿Cuántos pueblos no se han cargado a un agitador que repentinamente les dice que están equivocados? La historia está llena de sacrificados que llegaron a un pueblo a querer cambiar las cosas, y cuando han pretendido darse el rango de mesías o de estar tocados por una divinidad, peor les ha ido.

Otro crimen que se les ha atribuido a los judíos en general es el de mezquinos usureros, estigma que llevan cargando desde tiempos de la república romana. Los hebreos al ser pocos y por tanto siempre minorías en un país, han sido más disciplinados, a manera de autoprotección, y eso a algunos los llevó a ser ricos y a tener la posibilidad de prestar su dinero para incrementarlo. Crimen lo anterior si se trata de judíos, pero si es un banco no tienen nada malo, presta a las empresas para que puedan crecer.

Tanto aumentó siglo con siglo el odio a los judíos en Europa, que por más bien que se portaron, a finales del siglo XIX ya era muy difícil ser abiertamente judío y vivir en paz en el viejo continente. El nacionalismo siempre busca víctimas de sus bravuconerías, y en este caso los hebreos fueron las víctimas perfectas, ya que por ser lo que eran, con un odio feroz que llevaba siglos detrás de ellos, a pocos les parecía mal que los acosaran hasta destruirlos.

Después de que se hizo público el holocausto, el antisemitismo no bajó sus niveles drásticamente, pero sí los bajó. Digamos que en esos años fue cuando los judíos gozaron de más simpatías en todo el mundo. Pero tuvieron que pagar un precio muy alto, el de perder a seis millones de los suyos, y el gusto de que se les quisiera, si es que lo tuvieron, les duró poco.

Nada más les dio por independizar su patria por antonomasia y ponerse firmes contra los musulmanes que querían echarlos al mar o matarlos en el desierto y el mundo volvió a odiarlos.

Tal parece que nadie quiere ver a los judíos con poder, pero tienen derecho a poseerlo cuando su trabajo les cuesta. Israel, ese pequeño y poderoso país no surgió de la noche a la mañana y sin esfuerzo, es el resultado de los sueños y el trabajo de un pueblo, de un buen pueblo que le sirve bien al mundo, por más que el mundo se empeña en tratarlo mal.

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