martes, 7 de mayo de 2013

Manual para ser un pésimo gobernante


Algunos presidentes latinoamericanos deberían de escribir un Manual para ser un pésimo gobernante; quizás no se vendería mucho el librito pero tampoco les costaría tanto escribirlo. Con plasmar en papel sus memorias de los años que han estado en el poder es más que suficiente.

Hay en Latinoamérica -y en otras partes del mundo, pero en esta zona están saliendo como si fuera epidemia- gobernantes que creen que para hacer las cosas bien el procedimiento es bien sencillo. Dirán Cristina, Evo, Nicolás, Rafael, Daniel y otros, que gobernar bien es privatizar cualquier gran empresa, porque privatizar empresas es la formula para alcanzar riquezas y sólo ellos lo saben. Son inteligentes. Dirán que montarse en una postura nacionalista e intransigente, ayuda a mejorar las relaciones con el exterior y a ser admirados por su pueblo; dirán también que los problemas se solucionan con decretos. ¿Para qué esmerarse en encontrarle la cura a algo si como gobernantes pueden decir hágase y estará hecho?

Para muchos líderes latinoamericanos gobernar bien es sencillo, todo debe hacerse por impulso y con bravuconadas, la diplomacia, por tanto, es innecesaria, no hace falta negociar cuando se puede amenazar y no hay verdad incomoda que no se pueda tapar con un decreto.

Los más radicales gobernantes latinoamericanos creen que desde su oficina, diciendo exprópiesele, ciérresele, expúlsesele, ignóresele, arréstesele, intimídesele, golpéesele, hágase la felicidad y desaparézcase la inflación se soluciona cualquier problema y su país se hace de la noche a la mañana prospero y feliz. Los pueblos del mundo llevan milenios teniendo gobernantes de todo tipo y estos genios creen que sus procedimientos son innovaciones que otros no habían sabido, no habían querido o no se habían atrevido a aplicar.

La única razón valida para que actúen cómo lo hacen sería que el mundo llevara existiendo quince días. Pero no es así y ellos lo saben.

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