Aunque suele verse a Latinoamérica como una zona
conflictiva, con crisis sociales y económicas, con gobiernos interrumpidos,
rupturas de las relaciones exteriores y demás desmanes propios de los políticos
del subcontinente, no todos los países son homologables entre sí, algunos son y
van mejor que otros.
No se puede comparar la economía de Argentina con la
de Chile, ambas parecen ir en un elevador, pero la primera baja y la segunda
sube. Tampoco se puede comparar la democracia de Cuba y Venezuela con la de México.
En el país azteca, los presidentes no se pueden
reelegir y mientras están en funciones tienen prohibido promocionar como su posible
sucesor a alguien. En Venezuela Hugo Chávez
se dio el lujo de nombrar a su sucesor y en Cuba Fidel Castro impuso a su hermano en el poder, como una especie de monarquía
comunista.
El ejército en países como Cuba, Venezuela y Honduras,
entre otros, tiene negros y recientes antecedentes, ya sea dando cuartelazos o
sosteniendo a gobiernos gracias a la intimidación.
En Costa Rica, por el contrario, el ejército es
historia, y en México desde poco después de que terminó la revolución los
militares se han mantenido totalmente fuera de las instituciones que no les
corresponden, leales totalmente al presidente en funciones y generalmente muy
discretos. Cuando en el 2006 Felipe
Calderón los echó encima del crimen organizado, destacaron por su
eficiencia y porque la población mexicana, de todas las fuerzas del orden, es
en quienes más confía.
También la durabilidad de los períodos presidenciales
varía de acuerdo a cada país. En Cuba y en Venezuela pueden ser casi eternos,
en Honduras y Paraguay están sujetos a cambios sin previo aviso y en Argentina
dependen de la buena o mala economía. Mientras que en México, Brasil Costa Rica
y Chile, entre otros, parece ser que ya se toman más enserio a los presidentes
y los dejan ejercer sus funciones hasta el último día en que la constitución de
cada país indica.
Los pueblos latinoamericanos se parecen mucho, cierto,
pero también, si se les analiza detenidamente, puede apreciarse que los separan enormes diferencias.
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