sábado, 11 de mayo de 2013

¿Ya olvidaron los mexicanos a Felipe Calderón?


Nada más llegar al poder, Enrique Peña Nieto inició un proceso de reformas constitucionales, previos acuerdos de encerronas con los más fuertes partidos aparte del PRI, que incluyeron llevarse por delante a la famosa y temida líder sindical Elba Esther Gordillo.

Muchos mexicanos ven las reformas como positivas, y la razón principal para ello es que por primera vez en muchos años ven unidos y al parecer en total acuerdo a los peces gordos de los diferentes partidos, de izquierda, derecha y centro, y sólo se mantienen aislados los izquierdistas más radicales que no cuentan con mucho peso político.

Con esta cortina de reformas cuyo perfil unionista parece haber dado un golpe de suerte en lo mediático, Peña Nieto está logrando que los mexicanos empiecen a verlo como lo que es desde el uno de diciembre pasado: su presidente, y que de paso olviden al casi siempre en apariencia enojado Felipe Calderón, su predecesor que aun con todo lo que se le criticó fue uno de los mejores líderes latinoamericanos en sus tiempos.

Conseguir el aval de su pueblo de otra forma al presidente priísta le hubiera resultado muy difícil, ya que su predecesor fue un político nato, un orador furioso que cosechó aplausos incluso ante los legisladores estadounidenses en su propio terreno.

En cambio, Peña Nieto no es político, hablar en público no se le da nada y para pronunciar un discurso se ve obligado a mantener la mirada fija en el papel que tiene enfrente. Su personalidad, cuando no está posando para los fotógrafos, es la de un hombre inseguro que no se siente en su terreno.  

Calderón fue un hombre de acciones y de frases sabías. Pero su mayor problema quizás fue su carácter rara vez flexible, la furia y los reproches que aun cuando tenía la necesidad de negociar con la oposición a veces dejaba ver en sus discursos. Peña Nieto ya logró ganar con la oposición el terreno que no pudo abarcar su predecesor en seis años, pese a que hablando en público es una miniatura en comparación con él.

En muchos aspectos Calderón fue un gran presidente, a la par de Álvaro Uribe en Colombia. Su personalidad nunca dejó en vergüenza a México en cualquier terreno donde se paró. Todavía quedan en el recuerdo las palabras de su otrora aliado y compañero de partido, Manuel Espino, quien dijo que no era un hombre de mecha corta (hablando de su fuerte carácter), sino que simplemente no tenía mecha, o las de su Secretario de la Defensa, Guillermo Galván, poco antes de que dejara la presidencia: “¡Usted manda, y manda bien!” Y vaya por delante que en México desde hace muchos años los generales brillan por su prudencia.

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