miércoles, 1 de mayo de 2013

Presidentes atípicos: rarezas de la democracia


Cuando empezó el fenómeno Obama, nadie se esperaba que un negro pudiera llegar a la presidencia de los Estados Unidos. Por cuestiones históricas, los yanquis siempre han sido vistos como racistas y los negros que viven en el país tienen fama de estar oprimidos por el sistema y abandonados por el Estado. Barack Obama, además, no es un nombre común allí. La mayoría de los norteamericanos probablemente jamás habían oído esas dos palabras ni juntas ni separadas. Mención aparte merece el parecido del apellido Obama con Osama, el nombre del más mortal enemigo del imperio norteamericano de los últimos años. Pero allí no termina la cosa, Hussein  es el segundo nombre de Obama, tal como el otro gran enemigo de los yanquis, el ahorcado dictador iraquí. Y para rematar las rarezas del presidente, se rumora que allá muy en su interior no es cristiano como dice ser, sino musulmán.

Aunque los nativos americanos viven en prácticamente todos los países del continente, rara vez destacan en política. Los indios, quizás por no abandonar sus tradiciones, por apatía o por el racismo que los orilla, prefieren el aislamiento. Desde hace dos siglos que las naciones americanas gozan de independencia, sólo dos indios de raza pura han llegado a ser presidentes de sus respectivos países. El primero fue el mexicano Benito Juárez, a mediados del siglo XIX. Su mano dura, su tendencia a idolatrar y hacer cumplir las leyes, el reducidísimo salario que se asignó -algo nada común en los líderes latinoamericanos-, sus resistencia para soportar cualquier problema y los colmillos que le enseñó a Napoleón III, propiciaron que actualmente siga siendo el presidente al que los mexicanos más quieren.

Bolivia es uno de los países de Latinoamérica donde más indios viven, aun así, Evo Morales es el primero en llegar a la presidencia. Fuera de su identidad india no tiene ninguna otra característica en común con el mexicano Benito Juárez. Éste tenía fama de ser extremadamente prudente, de poseer una gran cultura, de dominar varios idiomas y de pronunciar moderados y simbólicos discursos. Nada que ver con Morales.

Aunque la emigración de asiáticos a América es un fenómeno que lleva muchos años ocurriendo, nunca había destacado un personaje con rasgos achinados en la política de las naciones americanas. No obstante, el peruano de ascendencia japonesa, Alberto Fujimori, llegó a la presidencia de Perú pasando incluso por encima en la elección presidencial de un hombre tan querido y admirado en el país como es Mario Vargas Llosa. Tras años de mal gobierno dejó al Perú en el esqueleto, lo que le valió estar actualmente en la cárcel. Pero aun así a los peruanos les siguen gustando los ojos rasgados, porque su hija Keiko estuvo a punto de llegar a la presidencia en el 2011.

Los jerarcas de la iglesia Católica desde hace muchos años no se mezclan de manera directa en política. En Latinoamérica incluso les es más difícil por el izquierdismo que tanto poder cobró el siglo pasado y que sigue vigente y que tan abiertamente los enfrenta. Por eso fue una rareza el hecho de que el obispo paraguayo Fernando Lugo llegara a la presidencia de su país. Poco después empezaron a aparecer hijos que procreó -al menos uno-, cuando ejercía como obispo, haciendo, por lo tanto, caso omiso del celibato.

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