lunes, 20 de mayo de 2013

¿Son confiables las encuestas sobre índice de lectura?


Comúnmente, las dependencias gubernamentales suelen publicar los porcentajes de índices de lectura en base a encuestas realizadas a los ciudadanos, muchas veces sin tomar en cuenta los números de ventas de las librerías y de préstamos de las bibliotecas, por lo que ese tipo de resultados siempre son sospechosos de estar alterados, y no precisamente por los encuestadores, sino por los encuestados.

Cuando a una persona le preguntan cuál es el partido político con el que más se identifica, lo más probable es que responda con la verdad si es que no se trata de un partido extremista y muy desprestigiado. Si también le preguntan por qué candidatos piensa votar, igualmente es probable que su respuesta sea sincera.

Y así con muchas cosas más respecto a las cuales puede ser encuestada la gente. Pero con los libros la cuestión es diferente. Si a alguien le preguntan cuántos libros leyó durante los últimos doce meses, y si la respuesta es “ninguno”, lo más probable es que no la diga.

Seguramente para casi nadie es fácil tener a un encuestador enfrente y reconocer ante él “no leo, no he leído un solo libro en el último año”. Aunque se trata de algo demasiado común, lo más probable es que a la gente le dé vergüenza decirlo.

Quizás las personas que no leen optan mejor por sacarse un número de la manga para esquivar el bochornoso momento, aunque no tan grande, cuatro o cinco libros, tan sólo los necesarios para que el encuestador no piense que está ante un completo inculto.

El problema es que esas mentiras piadosas y necesarias alteran de forma muy drástica las encuestas. Hacen que un ministro de educación e incluso un presidente se sientan orgullosos de su trabajo, cuando en realidad los números que tienen a la mano pueden estar más inflados que los precios de los productos básicos en algunos países latinoamericanos actualmente. 

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